Prólogo
Introducción
Capítulo I La variación en estado doméstico
Capitulo II La variación en la naturaleza
Capítulo III La lucha por la existencia
Capítulo IV La selección natural o la supervivencia de los más aptos
Capítulo V Leyes de la variación
Capítulo VI Dificultades de la teoría
Capítulo VII Objeciones a la teoría de la selección natural..
Capítulo VIII Instinto
Capítulo IX Hibridismo
Prólogo.
Charles Darwin, el científico naturalista que más contribuyó a la historia de la
biología, nació en Shrewsbury el 9 de febrero de 1809. Quinto hijo de Robert
Darwin, un próspero médico rural, y de Susannah Potter, creció en el seno de una
sofisticada familia inglesa.
Luego de finalizar sus estudios en la escuela de Shrewsbury, ingresó en la
Universidad de Edimburgo para cursar medicina. En 1827 abandonó la carrera y
comenzó estudios de teología en la Facultad de Estudios Cristianos, en la
Universidad de Cambridge, con el fin de convertirse en clérigo rural, como lo
deseaba su padre. Allí inició una íntima amistad con John Stevens Henslow, cura
y botánico, que lo llevó consigo en largas expediciones para recolectar plantas
y lo recomendó al capitán Fitz Roy como tripulante del buque inglés Beagle.
Ya a fines del siglo XVIII, como en busca de un portavoz, la teoría de la
evolución rondaba lentamente la atmósfera de los naturalistas. Pero lo que le
otorgó a Darwin el crédito de descubrir la selección natural fue la publicación,
el 24 de noviembre de 1859, de El Origen de las Especies. Esta edición se agotó
el día de aparición y, con las subsiguientes, fueron seis publicaciones en total
las que se editaron en vida de Darwin.
El origen de las especies fue el resultado de un exhaustivo y profundo trabajo
de observación e investigación que Darwin comenzó desde muy joven, cuando se
dedicó a estudiar historia natural y reanudó sus colecciones de minerales e
insectos, que había comenzado en la escuela. Sin embargo, lo que realmente
consagró los años de estudio y reflexión fue su labor como naturalista en la
expedición alrededor del mundo, a bordo del Beagle. Tal como lo afirma en la
autobiografía: "El viaje en el Beagle ha sido el acontecimiento más importante
de mi vida y el que determinó toda mi carrera".
El origen de las especies fue el primer relato convincente y claro acerca de la
teoría de la evolución y de la selección natural. La obra de Darwin estaba
narrada en un lenguaje directo y coloquial, accesible a cualquier lector. En
ella fue capaz de explicar en forma simple que las especies cambiaban como
resultado de una necesidad nueva; que la lucha por la supervivencia eliminaba
las variaciones desfavorables y sobrevivían las más aptas; que el número de
individuos de cada especie permanecía más o menos constante; y explicó, por
medio de descripciones minuciosas, cómo variaban en todos los aspectos las
distintas especies según el entorno.
Una de las principales influencias en su teoría de la selección natural ha sido
el clérigo y economista británico, Thomas Malthus, con su Ensayo sobre el
principio de la población (1798). También se le atribuye gran importancia en la
obra de Darwin al naturalista Alfred Russel Wallace (1823-1915), quien en su
última expedición a las islas de Malasia formuló su hipótesis acerca de la
selección natural. En 1858, a pesar de que no se conocían, Wallace le comunicó
sus ideas a Darwin, quien ya poseía una teoría similar. Unos meses antes de la
publicación de El origen de las especies, ambos científicos habían realizado una
publicación conjunta de extractos de los manuscritos.
Darwin narró en su Diario de viaje algunas vivencias que lo llevaron al comienzo
de una crisis religiosa; llegó a escribir: "...De hecho casi no puedo comprender
cómo haya nadie que pueda desear que la doctrina cristiana sea cierta". No
encontraba compatible la esclavitud, sustento de la economía de la burguesía, a
la que pertenecía, con la doctrina cristiana. Varios años después escribió con
cierto tono irónico: "Considerando la ferocidad con que he sido tratado por los
ortodoxos, parece cómico que alguna vez pensara ser clérigo".
Luego de cinco años de expedición (1831-1836) redactó, sobre la base de los
apuntes tomados a bordo, el Diario de viaje.
En 1842, después de realizar una travesía por el norte de Gales con el fin de
observar los glaciares, la mala salud de Darwin se acentuó. Siempre había sido
hipocondríaco, pero los males comenzaban a hacerse reales. Renunció al cargo de
Secretario de la Sociedad Geológica y buscó, junto a su prima, Emma Wedgwood -
con la que se había casado en enero de 1839 - un lugar retirado, en los
alrededores de Londres. Halló una casa en Down House, en las afueras de Seven
Oaks, que fue su último hogar. Entonces mantuvo una vida apartada de los
compromisos sociales y dedicó unas horas por día a ampliar aspectos de su
teoría. Murió el 19 de abril de 1882 de lo que luego se conoció como Mal de
Chagas.
Aunque algunos médicos, contrariando a los familiares, sostuvieron que, en
realidad, la causa de su muerte fue la constante angustia.
Es autor de: Arrecifes coralinos (1842), Mis diversas publicaciones (1844),
Diario de viaje (1845), El origen de las especies (1859), Fertilización de las
orquídeas (1862), El origen del hombre (1871), La expresión de las emociones en
el hombre y en los animales (1872), Vida de Erasmus Darwin (1879) y, por último,
Power of Movement in Plants (1880).
Darwin vaticinó la inmortalidad de su obra y fue, sin duda, quien echó más luz
sobre las tres áreas principales que cultivó: la geología, la botánica y "el
misterio de los misterios", como se llamaba por esos años a los problemas de la
evolución y de la selección natural.
Margarita Rodríguez Acero
Introducción
Viajábamos a bordo del Beagle, buque de guerra inglés, en calidad de
naturalistas, cuando nos impresionaron mucho ciertos hechos observados en la
distribución de los seres orgánicos que habitan América del Sur, y en las
relaciones geológicas existentes entre los actuales habitantes de aquel
continente y sus antecesores. Estos hechos parecían arrojar luz sobre el origen
de las especies. De vuelta a nuestra patria en 1837, se nos ocurrió que quizás
algo podría sacarse en limpio de esta cuestión, acumulando con paciencia, para
reflexionar sobre ellos, toda clase de hechos que pudieran tener alguna relación
o conexión con el problema. Después de un trabajo de cinco años, nos permitimos
especular sobre el asunto, y formamos algunas cortas notas que ampliamos en
1844.
Al considerar el origen de las especies se concibe perfectamente que el
naturalista que reflexiona sobre las mutuas afinidades de los seres orgánicos,
sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica y otros hechos
semejantes, puede llegar a deducir que las especies no han sido creadas
independientemente, sino que han descendido como variedades de otras especies. A
pesar de todo, tal conclusión, aun estando bien fundada, no sería satisfactoria
hasta poder demostrarse cómo ha n sido modificadas las innumerables especies que
habitan este mundo, hasta adquirir esa perfección de estructura y coadaptación
que con justicia excita nuestra admiración. Continuamente los naturalistas la
atribuyen a condiciones externas, clima, alimento, etc., como única causa
posible de variación, y aunque en sentido limitado, todavía consideramos absurdo
atribuir a meras condiciones externas la estructura, por ejemplo, del muérdago,
que toma su alimento de ciertos árboles, que posee semillas que necesitan ser
transportadas por ciertos pájaros y que ofrece flores de sexos separados que
requieren absolutamente la acción de ciertos insectos para llevar el polen de
una flor a otra. Es igualmente, a nuestro entender, absurdo querer explicar la
estructura de este parásito y sus relaciones con los varios seres orgánicos
distintos, por los efectos de condiciones externas o de hábito, o por voluntad
de la misma planta.
Es, por lo tanto, de la mayor importancia llegar a la clara percepción de los
medios de modificación y coadaptación, por lo cual desde el principio de
nuestras observaciones nos parecía probable que el cuidadoso estudio de los
animales domésticos y de las plantas cultivadas ofrecería más probabilidades
para aclarar tan oscuro problema.
Nadie se sorprenderá de lo mucho que todavía queda por explicar con respecto al
origen de las especies y variedades, si se tiene en cuenta nuestra profunda
ignorancia acerca de muchos de los seres que viven en nuestro derredor. ¿Quién
puede explicar por qué una especie extiende en todas direcciones sus numerosos
individuos, mientras que otra aliada a la primera domina en espacio pequeño y
apenas se la encuentra? No obstante, son de mucha importancia estas relaciones,
porque determinan el bienestar actual, y a nuestro modo de ver, se dirigen al
futuro logro y modificación de cada uno de los habitantes de este mundo. Todavía
sabemos menos de las mutuas relaciones existentes entre los innumerables
habitantes que han existido durante las muchas épocas geológicas que cuenta la
historia, y aunque hay muchos misterios que durante mucho tiempo permanecerán
tales, sin embargo, después del estudio más deliberado y del más desapasionado
juicio de que somos capaces, no dudamos que la opinión hasta ahora sostenida por
la mayor parte de los naturalistas y antes por nosotros, al afirmar que cada
especie ha sido creada independientemente, es errónea. Estamos convencidos de
que las especies no son inmutables, sino que las pertenecientes a los llamados
géneros descienden en línea recta de algunas otras especies ya totalmente
extinguidas, de análoga manera que las variedades reconocidas de cualquier
especie son descendientes de esa especie. Aun más; no dudamos que la selección
natural ha sido el más importante, sino el exclusivo medio de modificación.
Capítulo I
La variación en estado doméstico
CAUSAS DE VARIABILIDAD.
Cuando comparamos a los individuos de la misma variedad o subvariedad de las
plantas actuales que desde hace mucho tiempo van siendo cultivadas, y de
nuestros animales domésticos más antiguos, una de las primeras cosas que más nos
extraña es, sin duda, ver cómo generalmente difieren entre sí en mayor escala
unos individuos de otros que los individuos de cualquier otra especie o variedad
estudiada en el estado natural. Así como cuando reflexionamos sobre la vasta
diversidad de las plantas y animales que respectivamente han sido cultivados y
domesticados, variando durante todas las edades, ya sea por la influencia de los
climas, por un tratamiento diferente, nos vemos obligados a concluir que esta
gran variabilidad es debida a que nuestras producciones domésticas se han
formado en condiciones de vida menos uniformes, diferentes de aquellas a las que
había sido primitivamente expuesta la especie madre en la naturaleza. Ahora
bien; aunque no deja de tener alguna probabilidad la opinión expuesta por Andreu
Knight de que esta variabilidad pueda tener cierta conexión con el exceso de
alimento, parece, sin embargo, evidente que los seres orgánicos necesitan estar
expuestos durante algunas generaciones a condiciones nuevas para que en ellos se
origine cualquier gran variación, que continúa luego durante muchas
generaciones. No se sabe de ningún caso en que un organismo variable haya dejado
de variar sometido al cultivo, por lo cual las plantas cultivadas desde hace
mucho, como por ejemplo el trigo, todavía siguen presentando nuevas variedades,
y los animales que desde muy atrás pasaron al estado doméstico son aún
susceptibles de mejoras y modificaciones rápidas.
Después de dedicarle al asunto mucha atención, debemos decir que, al parecer,
las condiciones propias de la vida obran de dos modos: 1°, directamente sobre el
conjunto de la organización o sobre ciertas partes tan sólo; 2°, indirectamente,
afectando al sistema reproductivo.
Con respecto a la acción directa, debemos tener presente que en todos los casos,
como últimamente ha afirmado el profesor Weismann, hay aquí dos factores que
considerar, a saber: la naturaleza del organismo y la naturaleza de las
condiciones, de los cuales el primero parece ser mucho más importante que el
segundo, puesto que algunas variaciones próximamente semejantes surgen a veces
en condiciones que, en cuanto podemos apreciarlas, son desemejantes; y por otra
parte, surgen variaciones desemejantes en condiciones que parecen ser casi
uniformes. Los efectos en la prole son definidos e indefinidos. Serán definidos
cuando toda o casi toda la descendencia de los individuos expuestos a ciertas
condiciones, durante algunas generaciones, salga a la luz modificada de la misma
manera, y no olvidemos que es en extremo difícil llegar a determinada conclusión
respecto de la extensión de los cambios que de este modo han sido definidamente
introducidos. Puede, sin embargo, caber ligera duda sobre muchos cambios de poca
monta, tales como el tamaño, a causa de la cantidad de alimento, el color
motivado por la naturaleza del mismo, el espesor de la piel y del pelo causado
por el clima, etc. Así, por ejemplo, cada una de las innumerables variaciones
que vemos en el plumaje de nuestras aves debe de haber tenido alguna causa
eficiente; y si esta tuviera que obrar uniformemente por una larga serie de
generaciones en muchos individuos, todos se modificarían probablemente del mismo
modo. Hechos tales como las complejas y extraordinarias excrecencias que
invariablemente siguen a la inoculación de una pequeña gota de cochinilla, nos
muestran qué modificaciones singulares podrían resultar en las plantas por sola
constitución química en la naturaleza de la savia.
Vemos variabilidad indefinida en las innumerables, aunque pequeñas
peculiaridades que distingue a los individuos de la misma especie y que no
pueden ser explicadas por herencia, ya sea del padre, de la madre o del
antecesor más remoto. También aparecen algunas veces, diferencias muy marcadas
en los hijos del mismo parto y en las plantas procedentes de una misma cápsula
de semilla. A largos intervalos de tiempo, entre millones de individuos criados
en el mismo país y sustentados próximamente con el mismo alimento, surgen
desviaciones de estructura tan pronunciadas que merecen llamarse
monstruosidades; pero estas no pueden ser separadas por línea determinada de
otras variaciones más ligeras. Todos los cambios de estructura, ya sean en
extremo insignificantes, o profundamente marcados, que aparecen entre muchos
individuos que viven juntos, pueden ser considerados como efectos indefinidos de
las condiciones de vida de cada organismo individual, casi del mismo modo en que
un escalofrío afecta a diferentes hombres, de manera indefinida, según el estado
de sus cuerpos o constitución, causando toses o resfriados, reumatismos o
inflamaciones de órganos diversos.
Algunos naturalistas han sostenido que todas las variaciones están en relación
con el acto de la reproducción sexual; pero esto es ciertamente un error, pues
hemos dado en otra obra una larga lista de plantas locas, como los jardineros
las llaman, es decir, de plantas que han producido de repente un solo botón con
carácter nuevo y algunas veces muy diferente del de los otros botones de la
misma planta. Estas variaciones de vástagos, así suelen llamarse, pueden
propagarse por injertos, tallos, etcétera, y algunas veces por semilla; y aunque
ocurren rara vez en la naturaleza, distan mucho de ser escasas en el cultivo.
EFECTOS DEL HABITO Y DEL USO O DESUSO DE LAS PARTES. VARIACIÓN CORRELATIVA.
HERENCIA.
Hábitos cambiados producen efectos hereditarios, según se ve en el período de la
florescencia de las plantas cuando se las transporta de un clima a otro. En
cuanto a los animales, el uso o desuso de las partes ha tenido en ellas una
influencia más marcada; así encontramos en el pato doméstico que los huesos del
ala pesan menos y los huesos de la pierna más, en proporción a todo el
esqueleto, que lo que pesan los mismos huesos en el pato salvaje; y este cambio
puede atribuirse, sin riesgo de equivocarse, a que el pato doméstico vuela mucho
menos y anda mucho más que sus salvajes padres. Aquí únicamente alud iremos a lo
que puede, llamarse variación correlativa. Los cambios importantes del embrión o
larva ocasionan probablemente los cambios del animal adulto. Los criadores creen
que remos prolongados acompañan casi siempre a cabezas alargadas. Algunos
ejemplos de correlación son completamente caprichosos: así los gatos enteramente
blancos y de ojos azules son en general sordos, lo cual sólo sucede a los
machos. El color y ciertas peculiaridades de estructura van unidos, como
podríamos demostrarlo con muchos casos notables de animales y plantas.
Toda variación que no sea hereditaria carece de importancia para nosotros; pero
el número y diversidad de las desviaciones de estructura que pueden transmitirse
por herencia, tanto de poca como de mucha importancia fisiológica, no tiene
término. Cuando aparece con frecuencia una desviación de estructura, y la vemos
en el padre y en el hijo, no podemos decir que no pueda ser debida a la misma
causa que ha obrado en ambos; pero cuando entre individuos, al parecer expuestos
a las mismas condiciones, se presenta en el padre alguna desviación muy rara,
debida a extraordinaria combinación de circunstancias - por ejemplo, una vez
entre varios millones de individuos - y reaparece en el hijo, la nueva doctrina
de las probabilidades casi nos obliga a atribuir la reaparición a la herencia.
Acaso la opinión exacta sobre el asunto, en general reside en mirar a la
herencia de cualquier rasgo como regla, y a la no-herencia como anomalía.
Las peculiaridades que aparecen en los machos de nuestras crías domésticas, son
frecuentemente transmitidas a los machos exclusivamente, y en grado mucho más
elevado.
Sin embargo, la regla más importante en esta materia, y en la que creemos puede
confiarse, es que en cualquier período de la vida en que aparece por primera vez
una peculiaridad, esta tiende a reaparecer en la cría al llegar a edad
correspondiente, aunque adelantándose algunas veces. En muchos casos no podía
suceder otra cosa; así las peculiaridades heredadas en los cuernos del ganado
vacuno pueden aparecer solamente en la cría cuando esta es ya casi adulta: las
peculiaridades en el gusano de seda, como es notorio, aparecen en la fase
correspondiente al capullo; pero las enfermedades hereditarias y algunos otros
hechos nos hacen creer que la susodicha regla tiene más amplia extensión, y que,
cuando no hay razón aparente para que aparezca una peculiaridad en edad
determinada, tiende a presentarse en la cría en el mismo período en que apareció
primero en el padre, por lo que creemos que esta regla es de muchísima
importancia para explicar las leyes de la embriología. Estas observaciones
quedan naturalmente reducidas a la primera aparición de la peculiaridad y no a
la causa primaria que pueda haber obrado en los óvulos o en el elemento macho:
casi del mismo modo que el aumento en la longitud de los cuernos, en la cría de
una vaca de astas cortas y de un toro de astas largas, aunque aparezcan en los
últimos períodos de la vida, se debe claramente al elemento macho.
Habiendo aludido al retroceso o salto hacia atrás, podemos referir aquí un hecho
manifestado a menudo por los naturalistas, a saber: que nuestras variedades
domésticas, cuando se las deja en estado salvaje, gradual pero invariablemente,
retroceden en sus distintivos a su primitivo tronco, de donde nace el argumento
de que no se pueden sacar de razas domésticas especies correspondientes al
estado natural.
Podemos seguramente concluir que muchísimas de las variaciones domésticas más
marcadas no podrían vivir en estado salvaje, puesto que en muchos casos no
sabemos cuál sea el tronco primitivo, y por consiguiente, no podemos decir si se
ha verificado o no el retroceso casi perfecto, mientras que para evitar los
efectos del cruzamiento sería necesario que una sola variedad hubiera quedado
suelta en su nueva residencia.
CARÁCTER DE LAS VARIEDADES DOMÉSTICAS; DIFICULTAD DE DISTINGUIR ENTRE VARIEDADES
Y ESPECIES; ORIGEN DE LAS VARIEDADES DOMÉSTICAS DE UNA O MÁS ESPECIES.
Si examinamos ahora las variedades hereditarias, o sea la razas de nuestros
animales y plantas en estado doméstico, y las comparamos con especies
íntimamente unidas, descubriremos generalmente en cada raza doméstica, como ya
lo hemos notado, menos uniformidad de carácter que en las verdaderas especies.
Las razas domésticas de la misma especie se diferencian entre sí del mismo modo
que las especies muy próximas del mismo género en estado natural; pero estas
diferencias son en menor número.
Se ha supuesto frecuentemente que el hombre ha escogido para la domesticidad
animales y plantas que poseen extraordinaria e inherente tendencia a variar, así
como a resistir a los diversos climas. No disputaremos sobre si las capacidades
han aumentado grandemente el valor de la mayor parte de nuestras producciones
domésticas; pero ¿cómo es posible que un salvaje conociera, cuando por primera
vez domaba un animal, si este variase o no en las generaciones sucesivas y si
había de soportar otros climas? La poca variabilidad del asno y del ganso, o la
escasa facultad del reno para sufrir el calor, o la del camello común con
respecto al frío, ¿impidió acaso su domesticidad? No podemos dudar que si otros
animales y plantas, iguales en número a nuestras producciones domésticas, y que
pertenecen a clases y países igualmente diversos, fuesen tomados del estado
natural y se les pudiera hacer criar por un número igual de generaciones,
variarían en domesticidad, por término medio, tanto como han variado las
especies madre, de nuestras producciones domésticas hoy existentes. Aunque el
origen de la mayor parte de nuestros animales domésticos quedará siempre
incierto, podemos asegurar aquí que, estudiando a los perros domésticos del
mundo entero, después de la laboriosa colección de todos los hechos conocidos,
hemos llegado a concluir que varias de las especies salvajes conocidas con el
nombre de canidoe han sido domesticadas, su sangre, en algunos casos mezclada,
corre en las venas de nuestras castas domésticas, así como ingenuamente
confesamos que con respecto a los carneros y cabras no podemos formar una
opinión decidida. De hechos que nos han sido comunicados por Mr. Blyth sobre los
hábitos, voz, constitución y estructura del ganado indio de joroba, deducimos
ser casi cierto que desciende de un tronco original diferente del de nuestro
ganado europeo, y algunas autoridades competentes creen que este último ha
tenido dos o tres progenitores salvajes, merezcan o no el nombre de especies.
Esta conclusión, al igual que la distinción específica entre el ganado común y
el de joroba, puede considerarse como confirmada por las admirables
investigaciones del profesor Rütiger. Con respecto a caballos, por razones que
aquí no podemos dar, dudosamente nos inclinamos a creer, en oposición a varios
autores, que todas las razas pertenecen a la misma especie. Habiendo tenido
ejemplares vivos de casi todas las castas inglesas de aves de corral,
habiéndoselas criado y cruzado, después de examinar sus esqueletos, nos parece
casi cierto que en su totalidad descienden de la raza salvaje india Gallus
bankiva. Con respecto a patos y conejos, cuyas castas varían mucho entre sí,
está claramente probado que descienden respectivamente del pato y conejo
salvajes.
La doctrina del origen de las varias razas domésticas de varios troncos
primitivos ha sido llevada a un extremo absurdo por algunos autores que creen
que toda raza origen de verdadera casta, por insignificantes que sean sus
caracteres distintivos, posee prototipo salvaje. Tenemos que admitir que muchas
castas domésticas deben haberse originado en Europa. Porque, ¿de dónde si no
podrían haberse derivado? Lo mismo acontece en la India, e incluso en el caso de
las castas de perro doméstico esparcidas por el mundo, que con gusto admitimos,
descienden de varias especies salvajes, no puede dudarse que ha habido inmensa
suma de variaciones heredadas. Con tanta frecuencia como descuido se ha dicho
que todas nuestras razas de perros han sido producidas por el cruzamiento de
unas pocas especies primitivas; pero no se olvide de que por cruzamientos
podemos solamente obtener formas que en algún grado sean intermedias entre las
que son peculiares a los padres; y si explicamos la variedad de razas domésticas
por este procedimiento, tenemos que admitir la existencia anterior de formas más
extremas, tales como el galgo italiano, sabueso, alano, etc., en estado salvaje.
Más todavía; la posibilidad de obtener razas distintas por cruzamiento ha sido
muy exagerada, pues existen numerosos ejemplos que demuestran que una raza puede
ser modificada por cruzamientos de cuando en cuando, si estos están ayudados por
la cuidadosa selección de los individuos que presentan el distintivo que se
desea; pero obtener una raza intermedia entre dos completamente distintas, sería
muy difícil. La cría del primer cruzamiento entre dos razas puras es pasable y
algunas veces se presenta en un todo uniforme en carácter, siendo bastante
sencilla la operación; pero al cruzar estos mestizos durante algunas
generaciones, apenas se obtienen dos que sean semejantes, haciéndose entonces
manifiesta la dificultad de la empresa.
A pesar de las grandes diferencias existentes entre las castas de palomas,
estamos plenamente convencidos de que la opinión común de los naturalistas es
exacta cuando afirman que todas descienden de la paloma silvestre, columba livia,
incluyendo en este término algunas razas o subespecies geográficas, que se
diferencian en puntos del todo insignificantes; y como algunas de las razones
que nos han suministrado esta creencia son aplicables en cierto modo a otros
casos, las expondremos aquí brevemente. En efecto, si las varias castas no son
variedades y provienen de la paloma bravía, deberían descender de siete u ocho
troncos primitivos, como mínimo, puesto que es imposible obtener las castas
domésticas actuales por el cruzamiento de número menor. ¿Cómo, por ejemplo,
puede una paloma pouter ser producida por el cruzamiento de dos castas, a menos
que una de las razas madre poseyera de antemano el enorme buche que caracteriza
a la especie? Los supuestos troncos primitivos deben haber pertenecido en masa a
las palomas de campo, esto es, a las que no crían ni voluntariamente se posan en
los árboles. Pero además de la columba livia y sus subespecies geográficas,
solamente se conocen dos o tres especies más de palomas silvestres que carecen
de todos los caracteres de las castas domésticas.
De aquí que los supuestos troncos primitivos, o deben existir todavía en los
países en los que primeramente fueron domesticados, siendo desconocidos por los
ornitólogos - a pesar de su tamaño, hábitos y caracteres notables - lo cual
parece improbable, o deben haberse extinguido en el estado salvaje.
Pero las aves que anidan en precipicios y que son, por lo tanto, muy voladoras
no es probable que sean fácilmente exterminadas. Las diferentes razas domésticas
han sido transportadas a todos los ángulos del mundo, y debido a eso, algunas de
ellas deben haber sido devueltas a su país natal sin que ni una siquiera se haya
vuelto silvestre o brava.
Aunque la paloma de palomar, que es la silvestre en estado ligerísimamente
alterado, ha logrado en algunos lugares volver a dicho estado primitivo. Además,
todos los experimentos recientes demuestran que es difícil conseguir que los
animales silvestres críen libremente en estado doméstico, y sin embargo, en la
hipótesis del origen múltiple de nuestras palomas, debería suponerse que seis o
siete especies, por lo menos, fueron en tiempos antiguos tan completamente
domesticadas por el hombre semicivilizado que, estando encerradas, se tornaron
prolíficas.
El hombre semicivilizado consiguió domesticar por completo algunas especies,
intencional o casualmente extrajo especies extraordinariamente anormales, aunque
estas mismas especies se han extinguido o son desconocidas desde entonces.
Ahora bien, tomando en cada una de las castas domésticas ejemplares muy bien
criados, todos los indicios, hasta el ribete blanco de las plumas timoneras de
la cola, se verán algunas veces perfectamente desarrollados, y cuando se crucen
parejas que pertenezcan a dos o más castas distintas, no azules ni con un solo
indicio, la prole obtenida repentinamente adquirirá esos caracteres.
En una casta que se ha cruzado sólo una vez, la tendencia a volver a algún
carácter derivado de tal cruzamiento será naturalmente cada vez menor, y en cada
generación sucesiva quedará menos dosis de sangre extraña; pero cuando no ha
habido cruzamiento y hay tendencia en la casta a volver a algún carácter que se
perdió en alguna generación anterior, esta tendencia parece, por el contrario,
poder transmitirse sin disminución por un número indefinido de generaciones.
Por la improbabilidad de que el hombre haya hecho anteriormente que siete u ocho
supuestas especies de palomas criasen libremente en domesticidad; por ser estas
supuestas especies completamente desconocidas en estado silvestre, sin que en
parte alguna se hayan tornado bravías; por presenciar ciertos caracteres más
anormales con todas las demás columbideas, por la reaparición de vez en cuando
del color azul y de los variados indicios de color negro en todas las castas, ya
se las conserve puras, o se las cruce; y por último, por el fenómeno de ser la
cría mestiza perfectamente fértil; podemos deducir sin riesgo que todas nuestras
castas domésticas descienden de la paloma silvestre o columba livia y de sus
subespecies geográficas.
Hemos discutido con alguna extensión, aunque de ninguna manera con la bastante,
el origen probable de las palomas domésticas, porque cuando por primera vez nos
dedicamos a su crianza y observamos sus diversas clases, sabiendo bien cuán
fielmente se reproducen, tuvimos la misma dificultad que cualquier naturalista
para creer que desde el origen de su domesticidad todas habían procedido de un
padre común, y no menor que la requerida para llegar a semejante conclusión con
respecto a las muchas especies de pinzones o de otros grupos de aves salvajes.
Jamás hemos encontrado criador alguno de palomas, de aves de corral, de patos o
de conejos, que no estuviera plenamente convencido de que cada casta principal
descendía de una especie distinta. Todos están fuertemente impresionados por las
mismas diferencias de las diversas castas, y aunque saben que las razas se
diferencian en muy poco, aunque obtienen premios por la selección de estas
pequeñas diferencias, ignoran, sin embargo, todos los argumentos generales de la
materia y rehusan hacer mentalmente una suma de pequeñas diferencias semejante,
acumuladas durante muchas generaciones sucesivas.
Sabiendo por otra parte el naturalista mucho menos de las leyes de herencia que
lo que conoce el criador, y no conociendo tampoco más que los rasgos intermedios
en las largas líneas de descendencias, admite, sin embargo, que muchas de
nuestras razas domésticas descienden de los mismos padres. ¿No podrían ser más
cautos cuando se ríen de la idea que presenta las especies en estado silvestre,
descendiendo en línea recta de otras especies?
PRINCIPIOS DE SELECCIÓN ANTIGUAMENTE PRACTICADOS Y SUS EFECTOS.
Consideremos ahora brevemente los pasos que han dado las razas domésticas para
producirse, ya desciendan de una especie única o de varias inmediatas entre sí,
para lo cual hay que atribuir algún efecto a la acción directa y definida de las
condiciones externas de la vida, así como algunos al hábito.
Uno de los rasgos más notables en nuestras razas domésticas es, sin duda, verlas
adaptarse, no ciertamente en provecho propio, a la utilidad o capricho del
hombre. Algunas variaciones útiles para este han surgido probablemente de
repente, o par una sola operación.
Por suerte, muchos botánicos han creído, por ejemplo, que la cabeza de la
cardencha, provista de anzuelos, que no podrían obtenerse por procedimiento
alguno mecánico, es solamente una de las variedades del dipsaco salvaje,
habiendo podido perfectamente este cambio nacer de una vez en alguna planta de
semillero.
Pero cuando comparamos al caballo de tiro con el de carrera, al dromedario con
el camello, a las diferentes castas de ovejas,, cuando comparamos esa legión de
plantas agrícolas culinarias de huerta y jardín, creemos que es menester ver en
todos estos hechos algo más que simple variabilidad, porque no podemos suponer
que todas las castas fueran repentinamente producidas tan perfectas y útiles
como hoy las vemos, sabiendo positivamente, como en muchos casos sabemos, que no
ha sido así. La clave de esto se encuentra en la facultad que tiene el hombre de
acumular fenómenos de selección. La naturaleza da variaciones sucesivas, y el
hombre las va dirigiendo en ciertas direcciones que le son útiles, pudiendo en
este sentido decirse que el hombre ha creado para sí las razas de las que recibe
tanta utilidad.
Hay quienes ponen en práctica el principio de selección como si ejercieran una
profesión.
Colocan a los carneros sobre una mesa y sobre ella los estudian; repiten tres
veces con intervalo de algunos meses este primer paso, y en todas ellas marcan y
clasifican a los carneros, de modo que solamente los mejores entre los mejores
son, en definitiva, los que se destinan a la cría.
Estas mejoras no son generalmente debidas al cruzamiento de diferentes castas,
porque todos los mejores criadores se oponen tenazmente a esta práctica, excepto
en muy raras ocasiones o cuando se trata de castas próximamente iguales. Una vez
verificado el cruzamiento es indispensable la más vigorosa selección. Si esta
consistiese meramente en separar alguna variedad muy distinta para hacer cría,
el principio sería tan claro que apenas merecería mencionarse; pero su
importancia consiste en el gran efecto producido por la acumulación en un
sentido, durante generaciones sucesivas.
Los horticultores siguen los mismos principios; pero a la vez las variaciones
son más bruscas, y nadie supondrá que nuestros mejores productos sean el
resultado de una sola variación del tronco origen.
Con respecto a las plantas, una vez establecida con precisión una raza, los
plantadores arrancan a los tunantes (las matas que al nacer se desvían del
conveniente tipo).
Hay otros medios para observar los efectos de selección ya acumulados, a saber:
comparar la diversidad de flores en las diferentes variedades de la misma
especie en un mismo jardín. La ley de la variación correlativa, cuya importancia
no debe menospreciarse jamás, siempre nos dará seguras diferencias; pero por
regla general no se puede dudar de que una selección continuada, en las hojas,
en las flores, o en los frutos, producirá razas que se diferencien unas de
otras, principalmente en estos caracteres.
En épocas rudas y bárbaras de la historia de Inglaterra se importaban con
frecuencia animales escogidos y se daban leyes para impedir su exportación. Una
ley ordenaba la destrucción de todos los caballos que no poseyesen cierta
alzada, lo cual puede compararse a lo que hoy hacen los jardineros con las
plantas malas. Algunos escritores clásicos romanos han dado también reglas
explícitas sobre este punto, mostrando claramente algunos pasajes del Génesis,
que en aquel remoto tiempo se atendía mucho al color de los animales domésticos.
Los salvajes cruzan hoy, algunas veces, sus perros con animales salvajes de la
raza canina para mejorar la casta. Por algunos de estos hechos puede inducirse
que la selección no es cosa de hoy, sino que la cría de animales domésticos
mereció cuidadosa atención en tiempos antiguos, como ahora entre los salvajes
más degradados.
Y la verdad es que habría sido extraño que así no hubiese sucedido, cuando tan
evidente es que las buenas y las malas cualidades son hereditarias.
SELECCIÓN METÓDICA E INCONSCIENTE. ORIGEN DESCONOCIDO DE NUESTRAS PRODUCCIONES
DOMÉSTICAS.
Hoy en día, los más eminentes criadores tratan por medio de una selección
metódica y con un objeto determinado formar una nueva subcasta o estirpe
superior a cuantos géneros existan en su país. Pero para nuestro propósito, es
más importante una forma de selección que podría llamarse inconsciente, y que
resulta a todo el que intenta poseer los mejores animales y hacerlos
reproducirse. Así, el hombre que quiere tener perros de muestra, naturalmente
trata de elegir perros buenos y después cría con los mejores, aunque no tenga el
deseo ni la esperanza de alternar permanentemente la casta. Este procedimiento,
continuado por el transcurso de siglos, mejoraría y modificaría cualquier casta.
Cambios lentos e insensibles de esta clase jamás pueden ser reconocidos, a menos
que se hayan tomado mucho antes buenas medidas o cuidadosos dibujos de las razas
en cuestión, que puedan servir después como punto de comparación.
En algunos casos se encuentran, sin embargo, individuos de la misma casta, no
cambiados o cambiados en muy poco, en los lugares menos civilizados, donde la
respectiva raza ha sido menos mejorada. Hay razones para creer que el perro
setter deriva directamente del sabueso, dado que según toda probabilidad, no es
más que una alteración lenta de este.
Youalt suministra un excelente ejemplo de los efectos de la selección continuada
y que puede considerarse como inconsciente, puesto que los criadores no podrían
nunca haber esperado, ni siquiera haber deseado, producir el resultado que
sobrevino, a saber: la producción de dos estirpes distintas.
Aun entre los salvajes más bárbaros, que nunca piensan en el carácter
hereditario de las crías de sus animales domésticos, cualquier animal que les
sea especialmente útil para un objeto cualquiera es cuidadosamente conservado
durante el hambre y las plagas a las que tan expuestos están y esos animales
escogidos dejarían generalmente más crías que los inferiores; de modo que, en
este caso, se verificaría una especie de selección inconsciente.
En las plantas, este mismo procedimiento gradual de mejora por medio de la
conservación incidental de los mejores individuos, ya sean o no lo bastante
distintos para ser clasificados como variedades diversas a su primera aparición,
y ya dos o más especies o razas se hayan o no mezclado por cruzamiento, puede
plenamente reconocerse en el aumento de tamaño y belleza que ahora vemos en las
variedades de plantas, cuando las comparamos con las variedades más antiguas o
con aquellas que las originaron.
Una gran suma de cambios lenta e inconscientemente acumulados explica a nuestro
juicio el hecho notorio de que en cierto número de casos no podamos reconocer, y
por lo tanto ignoremos, los troncos silvestres, orígenes de las plantas que han
sido cultivadas desde hace mucho tiempo en nuestros jardines y huertas. Si se
han necesitado cientos o miles de años para mejorar o modificar la mayor parte
de nuestras plantas hasta su tipo actual, tan útil para el hombre, podremos
fácilmente entender cómo Australia, el Cabo de Buena Esperanza u otras regiones
habitadas por el hombre completamente incivilizado no han podido darnos una sola
planta que valga la pena de ser cultivada. No es que estos países, tan ricos en
especies, no posean por extraña casualidad los troncos originales de plantas
útiles, sino que las plantas del país no han sido llevadas por la selección
continuada hasta un punto de perfección comparable con la adquirida por las
plantas en los países antiguamente civilizados.
Con respecto a los animales domésticos del hombre incivilizado, no debe perderse
de vista que aquellos tienen casi siempre que buscarse su propio alimento, al
menos durante ciertas estaciones. Y en dos países de circunstancias muy
diferentes, los individuos de la misma especie que posean constituciones o
estructuras ligeramente distintas se lograrían mejor en un país que en el otro;
y así por un procedimiento de selección natural podrían llegar a formarse dos
subrazas Quizás esto explique en parte por qué las cualidades que tienen los
animales domésticos de los salvajes, como ya lo han notado algunos autores,
tienen más carácter de verdaderas especies que las variedades existentes en
países civilizados.
En la opinión presentada aquí acerca del papel importante que ha desempeñado la
selección ejercida por el hombre, se hace desde luego evidente por qué nuestras
razas domésticas se adaptan en estructura o en hábitos a las necesidades o
caprichos del hombre.
Podemos, a nuestro juicio, entender además el carácter frecuentemente anormal de
nuestras razas domésticas y explicarnos por qué las diferencias son tan grandes
en los caracteres externos, como relativamente pequeñas en las partes internas u
órganos. El hombre apenas puede escoger, y si puede es con mucha dificultad, las
desviaciones de estructuras, excepto las que son externamente visibles; y
cuidándose muy raras veces lo que es interno.
Nunca puede verificar la selección, a no ser en aquellas variaciones que en
escaso grado la misma naturaleza le muestra de antemano. El primer hombre que
escogió una paloma con cola ligeramente más larga, seguramente ni se imaginó lo
que los descendientes de esa paloma llegarían a hacer por selección, en parte
inconsciente, y en parte metódicamente continuada.
El hombre conserva y hace cría de un individuo con, alguna pequeña
particularidad de estructura, o pone más cuidado que de costumbre al aparear sus
mejores animales, y de este modo los perfecciona hasta que los ya mejorados poco
a poco se esparcen por las cercanías. Cuando ya están mejorados por el mismo
procedimiento lento y gradual, se esparcen aún más, hasta llegar a ser
reconocidos como algo distinto y apreciable; es entonces cuando probablemente
reciben por primera vez un nombre que podríamos llamar provincial. En los países
semicivilizados, en donde las comunicaciones son escasas, sería un procedimiento
lento la propagación de cualquier nueva subraza. Una vez reconocidos los puntos
más interesantes en esta materia, el principio de selección que hemos llamado
inconsciente tenderá siempre, y tal vez más en un período que en otro, según
esté más o menos de moda la raza, tal vez más en una localidad que en otra, y
según el estado de civilización de los habitantes, a aumentar poco a poco los
rasgos característicos de la raza, cualesquiera que estos puedan ser. Pero será
infinitamente pequeña la probabilidad de que se conserve memoria alguna de los
cambios lentos e insensibles por los que pasan los individuos.
CIRCUNSTANCIAS FAVORABLES A LA FACULTAD DE SELECCIÓN DEL HOMBRE.
La extremada variabilidades evidentemente favorable en esta materia, puesto que
libremente da los materiales con los que trabaja la selección. No queremos decir
que las meras diferencias individuales no sean más que suficientes para permitir
con extremo cuidado la acumulación de una gran suma de modificaciones por todas
o casi todas las vías apetecibles, sino que como las variaciones manifiestamente
útiles o agradables al hombre aparecen solamente de vez en cuando, no hay duda
de que aumentarán mucho las probabilidades, en presencia de un gran número de
individuos. Por lo tanto el número será de importancia para el éxito. No podrá
obtenerse un gran número de individuos de un animal o de una planta, sin que
sean favorables las condiciones para su propagación.
Cuando los individuos escasean, hay que permitir que todo el mundo críe, sea
cual fuere la calidad de los ejemplares que posean, lo cual impide prácticamente
la selección. Pero el elemento más importante en esta materia es conocer qué
animal o planta es más apreciado por el hombre, que dedica la más prolija
atención aun a las desviaciones más insignificantes de las cualidades o
estructura del objeto de su estudio, porque sin esa atención nada puede hacerse.
La fresa comenzó a variar justamente cuando los jardineros empezaron a prestarle
cuidados a esa planta. Cruzando distintas especies, aparecieron las muchas y
admirables variedades de la fresa que se han visto durante los últimos cincuenta
años.
Respecto de los animales, la facilidad para impedir los cruzamientos es un
elemento importante en la formación de nuevas razas, al menos en los países que
ya poseen otras antiguas. En este concepto, los cercados del terreno influyen
sobremanera en el resultado.
Lo que más nos importa es que las variedades domésticas de la misma especie se
diferencian unas de otras en casi todos los rasgos que el hombre ha atendido en
la selección, más de lo que se diferencian las distintas especies del mismo
género.
Resumamos cuanto queda dicho sobre el origen de nuestras razas domésticas de
animales y plantas: los cambios de las condiciones de vida son muy importantes
al causar la variabilidad, ya sea por la acción directa en la organización o
porque indirectamente afectan el sistema reproductivo. No es probable que sea la
variabilidad un efecto inherente y necesario en todas las circunstancias. La
mayo r o menor fuerza de herencia y la propensión a retroceder determinará si
las variaciones han de mantenerse. La variabilidad está regida por muchas leyes
desconocidas, entre las cuales el incremento correlativo es probablemente la más
importante. Algo, aunque no sepamos cuánto, hay que atribuirle a la acción
definida de las condiciones de vida. Algún efecto, quizás grande, puede
atribuirse al uso o desuso de las partes. El resultado final es, pues,
infinitamente complejo. En algunos casos parece que ha tenido parte importante
en el origen de nuestras castas el intercruzamiento de distintas especies
primitivas. Cuando diversas razas ya se han formado en cualquier país, su
cruzamiento casual, favorecido por la selección, ha contribuido mucho, sin duda,
a la formación de nuevas subrazas; pero la importancia del cruzamiento ha sido
muy exagerada, tanto tratándose de animales, como de las plantas que se propagan
por medio de semillas. Respecto de las que se propagan por injertos, retoños,
etc., la importancia del cruzamiento es inmensa, porque el cultivador puede en
este caso olvidar la extrema variedad de las mezclas y su esterilidad, pero las
plantas que no se propagan por semilla son de poca importancia para nosotros,
porque su duración es solamente temporal. Sobre todas estas causas de cambio,
parece predominar la acción acumulada de la selección, aplicada metódica y
prontamente, de un modo inconsciente y lento, aunque más eficaz.
Capitulo II
La variación en la naturaleza
VARIABILIDAD.
Antes de aplicar a los seres orgánicos en estado natural los principios a los
que hemos llegado en el último capítulo, nos es preciso discutir brevemente si
estos seres están o no sujetos a alguna variación; por lo cual, para tratar este
asunto con propiedad, deberíamos dar aquí un largo catálogo de hechos áridos que
reservaremos para una obra futura. Tampoco discutiremos aquí las varias
definiciones que se han dado ya del término especie, pues ninguna ha satisfecho
a todos los naturalistas. Generalmente, esta palabra encierra el elemento
desconocido de un acto distinto de la creación. El término variedad es también
de difícil definición, pero en él se sobreentiende casi universalmente la
comunidad de origen, aunque rara vez pueda ser probada. Tenemos también las
llamadas monstruosidades, que son cierto grado de las variedades, pero
presumimos que por monstruosidad se da a entender alguna desviación considerable
en la estructura, y que generalmente es nociva o de ninguna utilidad para la
especie.
Puede dudarse de que las rápidas y considerables desviaciones de estructura,
tales como las que a veces vemos en nuestras producciones domésticas, y más
especialmente en las plantas, puedan propagarse permanentemente en el estado
natural, porque casi todas las partes de los seres orgánicos están tan
admirablemente en relación con las condiciones complejas de su vida, que parece
tan improbable que nazca repentinamente cualquier parte perfecta, como que el
hombre hubiera inventado ya en el estado perfecto una máquina completa. En la
domesticidad ocurren algunas veces monstruosidades que parecen estructuras
normales de animales completamente distintos.
DIFERENCIAS INDIVIDUALES.
Las muchas aunque ligeras diferencias que aparecen en las crías procedentes de
los mismos padres, o que podemos presumir que han tenido un mismo origen por
haber sido observadas en individuos de la misma especie confinados a una misma
localidad, pueden ser llamadas diferencias individuales. No hay nadie que
suponga que todos los individuos de la misma especie han sido fundidos,
digámoslo así, en el mismo molde. Sus diferencias individuales son de la mayor
importancia para nosotros, porque, como todo el mundo sabe, casi siempre son
heredadas, dando, por consiguiente, materiales para que la selección natural
obre y las acumule de la misma manera en que el hombre lo hace en una dirección
dada con sus producciones domésticas. Las diferencias que nos ocupan afectan
generalmente a las que los naturalistas consideran como partes de escasa
importancia; pero podríamos demostrar, por medio de un largo catálogo de hechos,
que aun las partes que deben llamarse importantes, tanto desde el punto de vista
fisiológico como de clasificación, varían también en los individuos de la misma
especie.
Hay un punto relacionado con las diferencias individuales, que es en extremo
dificultoso: nos referimos a aquellos géneros que se han llamado "proteos" o
"polimorfos", en los cuales las especies presentan cierta desordenada variación.
Con respecto a muchas de estas formas, apenas hay dos naturalistas que convengan
en si han de clasificarlas entre las especies o entre las variedades. En la
mayor parte de los géneros polimorfos, algunas de las especies tienen caracteres
fijos y definidos. Los géneros que son polimorfos en un país, parecen ser, con
pocas excepciones, polimorfos en otro, y de igual manera en épocas anteriores, a
juzgar por los moluscos braquiópodos. Estos hechos desconciertan, porque parecen
demostrar que esta clase de variabilidad es independiente de las condiciones de
la vida. Nos inclinamos a sospechar que vemos, al menos en algunos géneros,
variaciones que no sirven ni perjudican a la especie, y que, por consiguiente,
no han sido fijadas ni convertidas en definitivas por la selección natural, como
se explicará más adelante.
Individuos de la misma especie presentan a menudo, como todos saben, grandes
diferencias de estructura independientemente de la variación, como ocurre en los
dos sexos de varios animales, en las dos o tres castas de hembras estériles u
obreras entre los insectos, y en los estados imperfectos y larvales de muchos
animales inferiores. También hay casos de dimorfismo y trimorfismo en los
animales y en las plantas.
Al principio causa ciertamente gran sorpresa que la misma mariposa hembra tenga
poder para producir al mismo tiempo tres formas distintas de hembras y un macho,
y que una planta hermafrodita produzca de la misma cápsula seminal tres formas
hermafroditas distintas, que encierran otras tantas clases diferentes de
hembras, y no sólo tres, sino hasta seis clases distintas de machos. Sin
embargo, estos casos no son más que exageraciones del hecho común de que la
hembra produce machos y hembras, que algunas veces se diferencian entre sí de un
modo extraordinario.
ESPECIES DUDOSAS.
Las formas que poseen en gran escala el carácter de especies, pero que al mismo
tiempo son tan semejantes a otras formas, o están tan estrechamente unidas a
ellas por graduaciones intermedias, que los naturalistas no han querido
clasificarlas como especies distintas, son por varios conceptos las más
importantes para nosotros, porque tenemos sobradas razones para creer que muchas
de estas formas dudosas, estrechamente parecidas, han conservado permanentemente
sus caracteres por tanto tiempo como las buenas y verdaderas especies. En la
práctica, cuando un naturalista puede unir por medio de eslabones intermedios
dos formas cualesquiera, considera la una como una variedad de la otra y coloca
la más común, y algunas veces la que primero fue descripta, como la especie,
mientras que a la otra la presenta como variedad. Pero surgen a veces casos de
gran dificultad, que no enumeraremos aquí, cuando debemos determinar si hay que
clasificar o no una forma como variedad de otra, aun cuando están muy unidas por
lazos intermedios, sin que pueda resolver la dificultad la naturaleza de las
formas intermedias que se suponen comúnmente híbridas.
¡Cuántos pájaros e insectos de América del Norte y de Europa, que se diferencian
poquísimo unos de otros, han sido clasificados por un eminente naturalista como
legítimas especies y por otro como variedades, por lo que frecuentemente se
llaman razas geográficas! MR Wallace demuestra que pueden clasificarse estas
variedades en cuatro categorías: formas variables, formas locales, razas
geográficas o subespecies y especies verdaderamente representativas. Las formas
variables varían mucho sin salir de la misma isla.
Las formas locales son bastante constantes y distintas en cada isla, pero cuando
se comparan juntas todas las de las diversas islas, se ve que las diferencias
son tan pequeñas y graduadas, que es imposible definirlas o describirlas, aunque
al mismo tiempo sean suficientemente distintas las formas extremas. Las razas
geográficas o subespecies son formas locales completamente fijas y aisladas,
pero como no se diferencian unas de otras en caracteres importantes y muy
marcados, no queda más que la opinión individual para determinar cuáles entre
ellas han de ser consideradas como especies y cuáles como variedades.
Por último, las especies representativas ocupan el mismo lugar en la economía
natural de cada isla, que las formas locales y subespecies; pero como se
distinguen unas de otras por mayor cantidad de diferencias que las existentes
entre las formas locales y subespecies, son casi universalmente clasificadas por
los naturalistas, entre las verdaderas especies. Sin embargo, no es posible dar
un criterio cierto, por el cual se reconozcan las formas variables, las formas
locales, las subespecies y las especies representativas.
MR B.D. Warlsh, distinguido entomólogo de los Estados Unidos, ha descrito lo que
él llama variedades y especies fitófagas. La mayor parte de los insectos que se
alimentan con vegetales viven en una clase o grupo determinado de plantas.
Ciertamente, todavía no se ha trazado línea alguna que sea clara acerca de la
separación que media entre especies y subespecies o entre las formas que, en
opinión de algunos naturalistas, están muy cerca del rango de especies, pero no
llegan enteramente a serlo; ni tampoco entre subespecies y variedades bien
marcadas, o entre variedades menores.
Así es que, por nuestra parte, consideramos las diferencias individuales como de
la mayor importancia para nosotros, por ser ellas los primeros pasos hacia esas
pequeñas variedades que rara vez se consideran dignas de figurar en las obras de
historia natural.
Por las observaciones anteriores se verá que consideramos la palabra especie
como arbitrariamente y por pura conveniencia dada a una colección de individuos
muy semejantes los unos a los otros, sin diferenciarse esencialmente del término
variedad, que se aplica a formas menos distintas y más fluctuantes. La palabra
variedad también, en comparación con meras diferencias individuales, es
arbitrariamente aplicada por cuestión de comodidad.
LAS ESPECIES COMUNES MUY EXTENDIDAS SON LAS QUE MÁS VARÍAN.
Alfonso de Candolle y otros han demostrado que las plantas que tienen
distribución muy extensa presentan generalmente variedades, lo cual era de
esperar, puesto que están expuestas a diversas condiciones físicas y entran en
competencia con diferentes clases de seres orgánicos. Pero nuestras tablas
demuestran también que en cualquier país limitado las especies que son más
comunes, esto es, que abundan más en individuos, y las que están más
extensamente difundidas dentro de su propio país, darán muy a menudo lugar a
variedades bien y suficientemente marcadas como para haber sido anotadas en las
obras de botánica. De aquí que las especies más florecientes, o como podría
decirse, las especies dominantes (aquellas que ocupan grandes regiones, que son
las más difundidas en su propio país y cuyos individuos son más numerosos) son
las que más frecuentemente producen variedades bien marcadas, o según nuestras
consideraciones, especies incipientes.
Y esto podía haber sido previsto, porque como las variedades, para llegar a ser
permanentes en cualquier grado, tienen que luchar contra los otros habitantes
del país, las especies que son ya dominantes serán las que probablemente se
reproducirán, y su descendencia, aunque un tanto modificada, heredará todavía
aquellas ventajas que hicieron a sus padres ser dominantes sobre sus coetáneos.
LAS ESPECIES DE LOS GÉNEROS MAYORES EN CADA PAÍS VARÍAN CON MAS FRECUENCIA QUE
LAS ESPECIES DE LOS GÉNEROS MENORES.
Si se dividieran en dos partes iguales las plantas de un país descritas en
cualquier flora y se colocaran a un lado todas aquellas que pertenecen a los
géneros mayores, esto es, aquellas que comprenden muchas especies, y en el otro
lado todas las de los géneros menores, la primera división incluiría un número
algo mayor de las especies muy comunes y muy difundidas o dominantes.
Por considerar las especies solamente como variedades muy marcadas y bien
definidas, nos vimos inducidos a anticipar que las especies de los géneros
mayores en cada país presentarían variedades más a menudo que las especies de
los géneros más pequeños, porque dondequiera que muchas especies íntimamente
relacionadas, es decir, especies del mismo género, se hayan formado, deben, por
regla general, estar formándose muchas variedades o especies incipientes.
Muchas de las especies incluidas en los géneros mayores se parecen a las
variedades, debido a que están muy íntimas aunque desigualmente, relacionadas
unas con otras, y a que tienen distribución limitada. Hay otras relaciones
dignas de notarse entre las especies de los géneros grandes y sus variedades
ahora observadas. Las especies de los géneros mayores se parecen a las
variedades más que las especies de los géneros más pequeños. O poniendo el caso
de otra manera, puede decirse que en los géneros mayores, en los que se está
manufacturando un número mayor que el ordinario, de variedades o especies
incipientes, muchas de las especies ya formadas se parecen hasta cierto punto, a
las variedades, porque difieren unas de otras en una cantidad de cosas menor que
la acostumbrada.
Además, las especies de los géneros mayores están relacionadas entre sí del
mismo modo en que las variedades de cualquier especie lo están unas con otras.
Ningún naturalista pretende que todas las especies sean igualmente distintas
unas de otras, sino que generalmente pueden ser divididas en subgéneros o
secciones, o en grupos menores.
Finalmente, las variedades no pueden distinguirse de las especies, si no es,
primero, por el descubrimiento de formas intermedias eslabonadas entre sí, y
segundo, por cierto grado indefinido de diferencia entre ellas: porque dos
formas que se diferencian muy poco son generalmente clasificadas entre las
variedades, aun cuando no puedan ser enlazadas estrechamente, sin que por esto
sea posible definir el grado de diferencia que se considera necesario para dar a
dos formas cualesquiera el nombre de especies. En los géneros que en cualquier
país tienen un número de especies mayor que el señalado por el término medio,
las especies cuentan con un número de variedades mayor que el asignado por dicho
término medio. En los géneros grandes, las especies están unidas íntima, aunque
desigualmente, formando grupos pequeños alrededor de otras especies. Las
especies muy inmediatas a otras tienen aparentemente extensión limitada. En
todos estos conceptos, las especies de los géneros grandes presentan gran
analogía con las variedades. Y podemos comprender claramente estas analogías si
las especies existieron en algún tiempo como variedades, y así se organizaron,
mientras que son completamente inexplicables dichas similitudes si las especies
son creaciones independientes.
Hemos visto también que las especies más florecientes o dominantes de los
géneros mayores dentro de cada clase son las que por término medio poseen mayor
número de variedades, y estas, tienden a convertirse en nuevas y distintas
especies. Así los géneros considerados mayores tienden a serlo aun más, y en la
naturaleza, las formas de vida hoy dominantes tienden a serlo todavía más,
dejando muchos descendientes modificados y dominantes. Pero por pasos que se
explicarán más adelante, los géneros mayores tienden a descomponerse en géneros
más pequeños. Y así las formas de vida en todo el universo quedan divididas en
grupos subordinados a otros grupos.
Capítulo III
La lucha por la existencia
SU RELACIÓN CON LA SELECCIÓN NATURAL.
Antes de entrar en el asunto de este capítulo, preciso es que hagamos algunas
observaciones preliminares, para demostrar el alcance de la lucha por la
existencia sobre la selección natural. Se ha visto en el último capítulo que,
entre los seres orgánicos en estado natural, hay alguna variabilidad individual.
Pero la mera existencia de variabilidad individual y de algunas pocas variedades
bien marcadas, aunque es necesaria como fundamento para nuestro trabajo, nos
ayuda muy poco a comprender cómo brotan de la naturaleza las especies, Pero,
¿cómo - se preguntará - sucede que las variedades que hemos llamado especies
incipientes llegan a convertirse, por último, en especies legítimas y distintas,
que en la mayor parte de los casos se diferencian de la misma especie? ¿Cómo
nacen esos grupos de especies que constituyen los llamados géneros distintos y
que se diferencian unos de otros más que las especies del mismo género? Todos
estos resultados son consecuencia de la lucha por la existencia. Debido a esta,
las variaciones, por pequeñas que sean, y cualquiera que sea el origen del que
provengan, si en algo son provechosas a los individuos de una especie en sus
relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y con sus
condiciones físicas de vida, tenderán a la conservación de dichos individuos, y
serán generalmente heredadas por la descendencia. De este modo tendrán también
mayor probabilidad de sobrevivir, pues de los muchos individuos de una misma
especie que nacen periódicamente, sólo un reducido número puede conseguir este
privilegio. Hemos llamado al principio por el cual se conserva toda variación
pequeña, cuando es útil, selección natural, con el fin de hacer ver su relación
con la facultad de selección del hombre. Hemos visto que el hombre puede
producir por la selección grandes y positivos resultados y adaptar seres
orgánicos a usos propios, acumulando variaciones pequeñas pero útiles, que
recibe de manos de la naturaleza.
EL TÉRMINO "LUCHA POR LA EXISTENCIA" SE EMPLEA EN SENTIDO AMPLIO.
Debemos advertir ante todo, que usamos esta expresión en sentido amplio y
metafórico, el cual incluye la dependencia de un ser respecto de otro, y lo que
es más importante, incluye no solamente la vida del individuo, sino también el
éxito al dejar progenie.
Dos animales caninos, en tiempo de hambre, luchan mutuamente por conseguir el
alimento que necesitan; pero la planta que nace en los linderos del desierto
lucha por la existencia contra la sequía, aunque con más propiedad se diría que
depende de la humedad.
De una planta que produce anualmente mil semillas, de las cuales solamente una,
por término medio, llega a la madurez, puede decirse con más exactitud que lucha
con las plantas de la misma clase y con las otras que ya ocupaban el terreno en
que ella se levanta.
El muérdago depende del manzano y de otros pocos árboles, pero solamente en
sentido muy artificial puede decirse que lucha con estos árboles, porque si en
el mismo árbol crecen muchos de estos parásitos, el árbol languidece y muere.
Pero de algunos muérdagos que producen semillas y que crecen juntamente en la
misma rama puede decirse con más razón que luchan entre sí. Y como el muérdago
es diseminado por los pájaros, de estos depende su existencia, pudiendo
metafóricamente decirse que luchan contra otras plantas fructíferas, para tentar
a los pájaros a que los consuman y que de este modo esparzan su semilla. En
estos diversos sentidos, en que se funden los unos en los otros, creemos
conveniente usar el término general "lucha por la existencia".
RAZÓN GEOMÉTRICA DEL CRECIMIENTO.
Luchar por la existencia es inevitable consecuencia de la elevada proporción en
que tienden a aumentarse todos los seres orgánicos.
Todo ser que durante el tiempo natural de su vida produce varios huevos o
semillas, necesita sufrir destrucción durante algún período de su vida y durante
alguna estación o en alguno que otro año, porque de otro modo, por el principio
del aumento geométrico llegaría pronto su número a ser tan desordenadamente
grande, que no habría país capaz de soportarlo. De aquí que, como se producen
más individuos de los que es posible que sobrevivan, tiene que haber
forzosamente en todos los casos lucha por la existencia, ya sea del individuo
con otro de la misma especie o con los de especies distintas, o con las
condiciones físicas de la vida. Esta es la doctrina de Malthus aplicada con
múltiple fuerza al conjunto de los reinos animal y vegetal, porque en este caso
no hay aumento artificial de alimento y limitación prudente de enlaces de los
dos sexos. Aunque en la actualidad algunas especies aumenten en número, con más
o menos rapidez, todas no pueden hacerlo así, porque no cabrían en el mundo.
Esta regla no tiene excepción, porque todo ser orgánico se aumenta naturalmente
en tan alta proporción que, si no se lo destruyera pronto, la tierra estaría
cubierta por la progenie de una sola pareja. Aun el hombre, que es lento para
reproducirse, se duplica en veinticinco años, y en esta proporción, en menos de
mil años su descendencia no tendría literalmente sitio en el mundo para estar de
pie.
Casi toda planta silvestre en pleno desarrollo produce anualmente semilla, y
entre los animales hay poquísimos que no se aparean todos los años. Este hecho
nos hace asegurar con confianza que todos los animales y plantas tienden a
aumentar en proporción geométrica, que todos se reproducirían rápidamente en
toda estación en la que de cualquier modo pudiesen existir, y que es menester
que dicha tendencia geométrica de crecimiento sea detenida por la destrucción,
en algún período de la vida.
Al mirar la naturaleza es necesario no olvidar que cada ser orgánico está
luchando con todos sus esfuerzos para aumentar su número; que cada uno vive
merced a la lucha en algún período de su vida; que la destrucción severa cae
inevitablemente, tanto sobre el joven como sobre el viejo, durante cada
generación o con intervalos que se repiten. Aligérese un obstáculo cualquiera,
mitíguese la destrucción por poca que sea, y el número de las especies crecerá
casi instantáneamente hasta alcanzar una suma que no podrá menos que
sorprendernos.
NATURALEZA DE LOS OBSTÁCULOS AL AUMENTO.
La cantidad de alimento para cada especie da naturalmente el límite extremo al
que puede llegar en su crecimiento; pero con mucha frecuencia no determina el
número medio de una especie el alimento que pueda obtener, sino el que sirva o
no de presa a otros animales.
El clima desempeña también un papel importante en la determinación del término
medio del número de una especie, y parece ser que de todos los obstáculos, los
que más efectos causan son las estaciones periódicas de frío o de sequedad
extremas. La acción del clima obra principalmente reduciendo el alimento, lo que
causa la lucha más severa entre los individuos, ya sea de la misma, como de
distintas especies que usan la misma alimentación. Más aun cuando el clima obra
directamente, por ejemplo, cuando reinan intensos fríos, los individuos son
menos vigorosos, y por consiguiente, los que menos alimento tienen al avanzar el
invierno son los que más sufren. Cada especie, aun en el sitio en que más
abunda, sufre una constante y enorme destrucción en algún período de su
existencia, a causa de los enemigos que compiten por la zona y el sustento. De
modo que si estos enemigos o competidores son favorecidos en grado íntimo por
cualquier ligero cambio de clima, aumentan en número, y como cada área está ya
completamente cubierta de habitantes, preciso es que las otras especies
disminuyan.
Cuando una especie, por efecto de circunstancias muy favorables, aumenta
desordenadamente su número en un pequeño trecho de terreno, se producen las
epidemias. Así ocurre generalmente con nuestros animales de caza, porque este
obstáculo limita su número independientemente de la lucha por la existencia.
LAS RELACIONES COMPLEJAS DE LOS ANIMALES Y PLANTAS ENTRE SÍ, LIMITA EN LA LUCHA
POR LA EXISTENCIA.
Muchos casos se registran que demuestran cuán complejos e inesperados son los
obstáculos y relaciones existentes entre los seres orgánicos que tienen que
luchar juntos en un mismo país; pero aquí sólo daremos un ejemplo, que, aunque
sencillo, nos interesa que se conozca. En Staffordshire, en la finca de uno de
nuestros parientes, contábamos con grandes medios de investigación y dimos con
un gran brezal, estéril en extremo, que nunca había sido tocado por la mano del
hombre, aunque unos cuantos centenares de terreno exactamente igual habían sido
cercados veinticinco años 'antes para ser plantados de pinos. El cambio en la
vegetación natural de la parte plantada del páramo fue notabilísimo, y mayor del
que generalmente se ve al pasar de un terreno a otro completamente distinto.
Pues bien: no sólo el número proporcional de las plantas del brezal había
cambiado por completo, sino que dos especies de plantas, no incluyendo entre
ellas hierbas ni cárices, florecían en las plantaciones, y en vano se las
hubiera buscado en el terreno baldío. El efecto sobre los insectos debió haber
sido aún mayor, pues eran muy comunes en la parte plantada seis clases de
pájaros insectívoros que no se veían en la inculta, frecuentada por dos o tres
clases distintas de los mismos.
Vemos también, por ejemplo, que el ganado determina absolutamente la existencia
del pino, así como en algunas partes del mundo los insectos determinan la
existencia del ganado.
LA LUCHA POR LA EXISTENCIA ENTRE INDIVIDUOS Y VARIEDADES DE LA MISMA ESPECIE ES
LA MÁS ENCARNIZADA.
Como las especies del mismo género suelen tener, aunque no invariablemente,
mucha semejanza en hábitos, constitución y siempre en estructura, la lucha será
generalmente más severa entre ellas si llegan a estar en competencia unas con
otras, que si se trata de especies de géneros distintos. Lo vemos en la
extensión recientemente tomada en algunas partes de los Estados Unidos por una
especie de golondrina que ha causado la disminución de otra especie, y en el
reciente crecimiento del tordo en algunas localidades de Escocia, causando la
disminución del zorzal. Podríamos ver la razón de la mayor severidad de la lucha
entre formas próximas que ocupan más o menos el mismo lugar en la economía de la
naturaleza; pero probablemente en ningún caso nos sería permitido decir
precisamente por qué una especie fue vencedora en la gran batalla de la vida.
Sin embargo, se puede deducir que la estructura de todo ser orgánico está
relacionada de la manera más esencial, aunque a menudo oculta, con la de todos
los demás seres orgánicos con los que entra en competencia a causa de los
alimentos o residencia, o los que tiene que evitar, o a los que debe buscar para
convertirlos en su presa.
Todo lo que podemos hacer es conservar constantemente la idea de que todo ser
orgánico se esfuerza por aumentar su proporción geométrica, y que en algún
período de su vida, durante alguna estación del año, durante cada generación o
con intervalos, tiene que luchar por la vida y sufrir una gran destrucción.
Cuando reflexionamos acerca de esta lucha, nos podemos consolar con la plena
creencia de que la guerra de la naturaleza no es incesante, de que no se siente
el miedo, de que la muerte es generalmente pronta, y de que los seres vigorosos,
saludables y felices sobreviven y se multiplican.
Capítulo IV
La selección natural o la supervivencia de los más aptos
SELECCIÓN NATURAL.
No podemos dudar que los individuos que tengan alguna ventaja sobre los demás,
por pequeña que esta sea, tendrán las mayores probabilidades de sobrevivir y de
reproducir su especie. También podemos estar seguros de que cualquier variación
en el más pequeño grado perjudicial sería rígidamente destruida. Esta
conservación de las variaciones y diferencias individuales favorables, y la
destrucción de aquellas que son nocivas, es lo que hemos llamado selección
natural o supervivencia de los más aptos. Las variaciones que no son útiles ni
perjudiciales no son afectadas por la selección natural, quedando como elemento
fluctuante, como vemos en ciertas especies polimorfas, o tornándose fijas, según
la naturaleza del organismo y la de las condiciones que lo rodean.
Tenemos razones para creer, según se demostró en el primer capítulo, que los
cambios en las condiciones peculiares de la vida originan tendencia a mayor
variabilidad y, en los casos que hemos citado, se ve que han cambiado las
condiciones, lo cual sería manifiestamente favorable para la selección natural,
por otorgarnos una probabilidad más de que ocurran variaciones aprovechables, ya
que cuando estas no tienen lugar, la selección natural nada puede hacer. Nunca
se olvide de que en el término variaciones van incluidas las meras diferencias
individuales; y como el hombre puede producir grandes resultados en los animales
y plantas domésticas, al acumular en una dirección dada diferencias
individuales, del mismo modo podría hacerlo la selección natural, aunque mucho
más fácilmente que nosotros, puesto que se le concede tiempo incomparablemente
mayor para su obra.
La naturaleza puede actuar sobre cada órgano interno, en cada sombra de
diferencia constitucional, en la totalidad de la maquinaria completa de la vida.
El hombre escoge sin más miras que su propio bien, mientras que la naturaleza
busca solamente el bien del ser a quien atiende. Todo carácter selecto es
plenamente formado por ella, como lo implica el hecho de haber sido escogido.
Puede decirse metafóricamente que la selección natural está haciendo
diariamente, y hasta por horas, en todo el mundo, el escrutinio de las
variaciones más pequeñas; desechando las que son malas, conservando y acumulando
las que son buenas, trabajando insensible y silenciosamente donde y cuando se
presenta una oportunidad, en el mejoramiento de todo ser orgánico en relación
con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. No vemos estos pequeños y
progresivos cambios hasta que la mano del tiempo marca el sello de las edades, y
aun entonces tan imperfecta es nuestra vista para alcanzar las épocas geológicas
remotas, que lo único que vemos es que no son hoy las formas de vida lo que en
otro tiempo fueron.
La selección natural puede modificar la larva de un insecto y adaptarla a una
porción de contingencias completamente distintas de las que conciernen al
insecto ya maduro, y estas modificaciones pueden afectar por correlación la
estructura del adulto. Así también, por el contrario, las modificaciones de este
pueden afectar la estructura de la larva; pero en todos los casos, la selección
natural asegurará que dichas modificaciones no sean en manera alguna nocivas, ya
que si lo fueran la especie se extinguiría.
La selección natural modificará la conformación del hijo con relación al padre y
del padre con relación al hijo. En los animales gregarios adaptará la estructura
de cada individuo al provecho de toda la comunidad, si esta puede ganar con el
cambio selecto; pero la selección natural no puede modificar la estructura de
una especie, sin darle ninguna ventaja, para provecho de otra especie; y aunque
existan en las obras de historia natural manifestaciones que tienden a echar por
tierra nuestro aserto, no hemos podido obtener en la práctica un solo caso que
haya dado resultado.
SELECCIÓN SEXUAL.
Esta forma de selección depende de la lucha entre individuos de un mismo sexo, y
generalmente entre los del masculino, para llegar a la posesión de las hembras.
El resultado para el competidor vencido no es la muerte, sino poca o ninguna
progenie, siendo por lo tanto la selección sexual menos rigurosa que la
selección natural.
Generalmente, los machos más vigorosos o aquellos que están mejor preparados
para ocupar sus puestos en la naturaleza dejarán mayor descendencia; pero en
muchos casos, la victoria depende no tanto del vigor general como de poseer los
seres en cuestión, las armas especiales limitadas a los machos. La guerra más
severa tiene lugar entre los machos de los animales polígamos, que muy a menudo
están provistos de armas especiales, y los machos de los animales carnívoros
también se presentan bien armados, aunque a ellos y a otros pueda darles la
selección sexual especiales medios de defensa, como la melena al león, la
mandíbula de gancho al salmón, pues el escudo puede ser tan importante para la
victoria como la espada o la lanza.
Entre las aves, la contienda es con frecuencia de carácter más pacífico, pues
hay gran rivalidad entre los machos de muchas especies para atraer a las
hembras, por el canto; o despliegan hermosos plumajes para verse de la mejor
manera posible. También hacen extrañas y grotescas figuras, y luego las hembras
espectadoras escogen al compañero que más atractivos les ofrece.
SOBRE EL CRUZAMIENTO DE LOS INDIVIDUOS.
Todos los animales vertebrados, todos los insectos y algunos otros grandes
grupos de animales, se aparean para cada nacimiento. La investigación moderna ha
disminuido mucho el número de los supuestos hermafroditas; de los verdaderos, un
gran número se aparea, es decir, dos individuos se unen regularmente para la
reproducción, que es todo lo que nos importa.
En primer lugar, hemos reunido un gran número de casos y hemos hecho muchos
experimentos para demostrar, de acuerdo con la opinión casi universal de los
criadores, que en los animales y en las plantas el cruzamiento entre diferentes
variedades o entre individuos de la misma variedad, pero de otra estirpe, da
vigor y fecundidad a la descendencia; así como, por otra parte, las crías
íntimas entre individuos de la misma familia disminuyen en vigor y fecundidad.
Guiados por estos hechos, sólo nos inclinamos a creer que es ley general de la
naturaleza que ningún ser orgánico se fertilice a sí mismo durante una
perpetuidad de generaciones, sino que es indispensable que de vez en cuando, y
quizás con largos intervalos, tenga lugar el cruzamiento de un individuo con
otro.
Con la creencia de que esta es una ley de la naturaleza, no podemos, a nuestro
juicio, entender diferentes y extensas clases de hechos, de otro modo
inexplicables. Volvamos por un momento a los animales, de los cuales varias
especies terrestres son hermafroditas, tales como los moluscos de tierra y las
lombrices, aunque de todos, estos últimos se aparean.
Hasta ahora no hemos encontrado un solo animal de este género que se fecunde a
sí mismo. Este hecho notable, que tanto contrasta con las plantas terrestres,
puede comprenderse por la opinión de que es indispensable el cruzamiento
ocasional, porque debido a la naturaleza del elemento fertilizador, no hay
medios análogos a la acción de los insectos y del viento con respecto a las
plantas para que se efectúe el cruzamiento entre los animales terrestres sin el
concurso de dos individuos.
De los animales acuáticos hay muchos hermafroditas que se fecundan a sí mismos;
pero en este caso, las corrientes de agua ofrecen el medio directo para el
cruzamiento accidental. Después de consultar a una de las más grandes
autoridades, el profesor Huxley, no hemos podido descubrir un solo animal
hermafrodita cuyos órganos de reproducción estuviesen tan perfectamente
encerrados que pudiese demostrarse ser físicamente imposible el acceso desde
afuera ni la influencia ocasional del individuo distinto. Por mucho tiempo, nos
pareció que bajo este punto de vista los cirrípedos presentaban un caso de gran
dificultad; pero, por una feliz casualidad, hemos podido probar que algunas
veces se cruzan dos individuos, aunque ambos sean hermafroditas que se
fertilicen a sí mismos. Debe haber sorprendido a la mayor parte de los
naturalistas, como extraña anomalía que, tanto en los animales como en las
plantas, algunas especies de la misma familia y hasta del mismo género, aunque
conformándose íntimamente unas con otras en el conjunto de su organización, sean
hermafroditas y algunas unisexuales. Pero si de hecho todos ¡os hermafroditas se
cruzan de vez en cuando, la diferencia entre ellos y las especies unisexuales
son muy pequeñas en lo que a esta función hace referencia.
De estas varias consideraciones y de los muchos hechos especiales que hemos
reunido, se deduce que en los animales y en las plantas es ley de la naturaleza,
muy general, si no es universal, el cruzamiento accidental entre individuos
distintos.
CIRCUNSTANCIAS FAVORABLES PARA LA PRODUCCIÓN DE NUEVAS FORMAS POR MEDIO DE LA
SELECCIÓN NATURAL.
Este es un asunto sumamente intrincado. Gran cantidad de variabilidad, en cuyo
término va n siempre incluidas las diferencias individuales, será evidentemente
favorable para el objeto. Un gran número de individuos, por las probabilidades
que dan dentro de un período determinado para la aparición de variaciones
ventajosas, compensará la menor cantidad de variabilidad en cada individuo,
siendo, a nuestro juicio, un elemento de gran importancia para el éxito. Aunque
la naturaleza concede largos períodos de tiempo para el trabajo de la selección
natural, no concede un período indefinido, porque como todos los seres orgánicos
se esfuerzan para ocupar todos los sitios en la economía de la naturaleza, si
hay una 'especie que no se modifique y mejore en 'grado correspondiente con sus
competidores será exterminada.
Nada puede hacer la ¡selección natural sin que las variaciones `favorables se
transmitan por herencia, por lo menos a algunos de los descendientes. En la
naturaleza, dentro de un área limitada, todos los individuos que varíen en buen
sentido aunque en grados diferentes, tenderán a conservarse. Las variedades
intermedias que habiten localidades también intermedias a la larga serán
suplantadas generalmente por una de las variedades adyacentes. El cruzamiento
afectará principalmente a aquellos animales que se unen para cada nacimiento,
que andan muy errantes y que no crían con mucha rapidez.
El cruzamiento desempeña un papel muy importante en la naturaleza porque
conserva a los individuos de la misma especie o de la misma variedad fieles y
uniformes en carácter.
Así obrará evidentemente con mucha más eficacia en aquellos animales que se unen
para cada nacimiento; pero, como ya se ha dicho, tenemos razones para creer que
en todos los animales y plantas hay cruzamientos ocasionales. Si cambian las
condiciones de vida y sufre modificación la forma, puede comunicarse la
uniformidad de carácter a la modificada descendencia, conservando la selección
natural solamente a las variaciones favorables semejantes.
El aislamiento también es un elemento importante en la modificación de las
especies por medio de la selección natural. En un área limitada o aislada, si no
es muy grande, serán generalmente casi uniformes las condiciones orgánicas e
inorgánicas de la vida, de modo que la selección natural tenderá a modificar de
la misma manera a todos los individuos que varíen en la misma especie. Así se
impedirá también el cruzamiento con los habitantes de las localidades próximas.
El mero transcurso del tiempo no influye en pro o en contra de la selección
natural, y decimos esto porque erróneamente se ha afirmado que dábamos a este
elemento gran importancia en la modificación de las especies, como si todas las
formas de la vida estuvieran necesariamente sufriendo cambios por ley innata. El
tiempo es solamente importante, y en este concepto su importancia es grande,
porque aumenta las probabilidades de que surjan variaciones ventajosas, que
lleguen a ser escogidas, acumuladas y fijadas, así como tiende a aumentar la
acción directa de las condiciones físicas de vida con relación a la constitución
de cada organismo.
Finalmente, nos atrevemos a deducir que; aunque las regiones pequeñas y aisladas
han sido en algunos conceptos altamente favorables para la producción de nuevas
especies, el curso de las modificaciones habrá sido por lo general más rápido en
regiones grandes, y lo que es más importante, que las nuevas formas producidas
en áreas extensas, y victoriosas sobre muchos competidores, serán las que más se
extiendan y den lugar a mayor número de variedades y especies nuevas,
desempeñando así el papel más importante en la historia del cambio del mundo
inorgánico.
De acuerdo con esta idea, en una isla pequeña habrá sido menos severa la lucha
por la existencia y habrá habido menos modificaciones y menos exterminio. Todos
los depósitos de agua dulce sumados constituyen un área pequeña, comparada con
la del mar o con la de la tierra. En consecuencia, la competencia en las
producciones de agua dulce habrá sido menos rigurosa que en otras partes; nuevas
formas se habrán producido más lentamente y las formas antiguas se habrán
exterminado aún con más lentitud.
En conclusión, diremos que para las producciones terrestres, toda región
continental grande que haya pasado por muchas oscilaciones de nivel habrá sido
la más favorable a la producción de muchas formas nuevas de vida, propias para
durar por largo tiempo y para extenderse considerablemente.
Mientras el área existiese como continente, los habitantes habrán sido numerosos
en individuos y clases, y habrán estado sujetos a una rigurosa competencia. Y
cuando se haya convertido el continente por inmersión en grandes islas
separadas, todavía habrán existido muchos individuos de la misma especie en cada
isla. El cruzamiento en los confines del dominio de cada especie nueva habrá
quedado interrumpido; y después de cambios físicos de cualquier clase, la
emigración no habrá sido posible, de modo que los lugares nuevos en la
conformación de cada isla habrán tenido que ser ocupados por modificaciones de
los antiguos habitantes, existiendo tiempo suficiente para que se modifiquen y
perfeccionen las variedades. Siempre que por alguna nueva elevación del terreno
las islas volviesen a ser región continental, habría una competencia
rigurosísima, podrían extenderse las variedades más favorables o mejoradas, se
extinguirían muchas de las formas menos mejoradas y otra vez cambiaría la
proporción relativa del número de los varios habitantes en el continente
reunido, abriéndose otra vez ampliamente para que la selección natural mejorara
todavía más a los habitantes, produciendo de esta manera nuevas especies.
Admitimos por completo que la selección natural obra generalmente con lentitud
extrema, y que puede funcionar solamente cuando existen lugares en la economía
natural de un distrito que pueden ser mejor ocupados por la modificación de
algunos de sus habitantes existentes, y cuya existencia depende con frecuencia
de cambios físicos que por lo general se verifican de un modo muy lento, siendo
imposible la inmigración de formas mejor adaptadas. Como algunos pocos de los
habitantes antiguos se modifiquen, las relaciones mutuas de los otros se
perturbarán, creando así lugares aptos para ser ocupados por formas mejor
adaptadas, lo cual, sin embargo, se irá verificando muy lentamente. Aunque todos
los individuos de la misma especie se diferenciasen entre sí en algún pequeño
grado, pasaría mucho tiempo antes de que pudiesen ocurrir diferencias ventajosas
en varias partes de la organización. El resultado se retardaría a menudo por el
cruzamiento libre, y aunque muchos opondrán que estas diversas causas son más
que suficientes para neutralizar el poder de la selección natural, lejos de
concederlo, creemos que la selección natural obrará generalmente con mucha
lentitud, sólo por grandes intervalos de tiempo y en pocos habitantes de la
misma región, así como no dudamos que estos resultados lentos e intermitentes
concuerdan muy bien con lo que la geología nos dice de la manera y velocidad con
que han cambiado los habitantes del mundo.
Por lento que sea el procedimiento de la selección, si el hombre débil puede
hacer mucho por medio de la selección artificial, no alcanzarnos a ver el límite
del total de cambios, de la belleza y la complejidad de las muchas
coadaptaciones, ya sea con todos los seres orgánicos o con sus condiciones
físicas de vida, y que pueden haberse efectuado en el largo curso de los tiempos
por el poder de selección de la naturaleza, esto es, por la supervivencia de los
más aptos.
EXTINCIÓN CAUSADA POR LA SELECCIÓN NATURAL.
La selección natural obra solamente por medio de la conservación de las
variaciones que son en algún concepto ventajosas. Podemos comprender que
cualquier forma representada por pocos individuos correrá mucho riesgo de quedar
completamente extinguida durante grandes fluctuaciones en la naturaleza de las
estaciones o por crecimiento temporal en el número de los enemigos naturales.
Pero podemos ir más lejos todavía, porque cuando se producen nuevas formas, a
menos que admitamos que las específicas puedan seguir aumentando indefinidamente
en número, tienen que extinguirse muchas ya antiguas, y como claramente la
geología nos dice que el número de las formas específicas no ha crecido
indefinidamente, ahora sólo intentaremos demostrar por qué el número de las
especies en el mundo no se ha hecho inconmensurablemente grande.
Debido a que las especies raras se modifican o mejoran con menor rapidez, son
derrotadas en la lucha por la existencia por los descendientes modificados y
mejorados de las especies más comunes.
Por estas diferentes consideraciones creemos inevitable que, al formarse en el
curso del tiempo nuevas especies por medio de la selección natural, se hacen
otras cada vez más raras hasta que finalmente se extinguen.
Podemos suponer que en un período remoto de la historia, los hombres de una
nación o localidad necesitaban caballos más veloces, mientras que los de otras
necesitaban caballos más fuertes y de más cuerpo. Al principio serían muy
pequeñas las diferencias; pero con el correr del tiempo, por la continuada
selección de los caballos más veloces en un caso y de los más fuertes en otro,
se harían las diferencias bien marcadas y se anotarían los resultados como
formando dos subcastas.
Al cabo de siglos, estas dos subcastas se convertirían en castas bien
establecidas y distintas; y al hacerse mayores las diferencias, los animales
inferiores con caracteres intermedios que no fueran ni muy veloces ni muy
fuertes no serían empleados para la cría, y de este modo tenderían a
desaparecer. Aquí, vemos en las producciones del hombre lo que puede llamarse
principio de divergencia, causando diferencias al principio escasamente
apreciables, pero siempre crecientes, así como a las crías diferenciarse en
carácter tanto entre sí como con el tronco común.
EFECTOS PROBABLES DE LA ACCIÓN DE LA SELECCIÓN NATURAL POR MEDIO DE LA
DIVERGENCIA DE CARÁCTER Y DE LA EXTINCIÓN SOBRE LOS DESCENDIENTES DE ANTECESORES
COMUNES.
Los descendientes modificados de cualquier especie prosperarán mejor cuando más
diversificados lleguen a ser en estructura, estando así en disposición de
apropiarse lugares ocupados por otros seres.
Veamos ahora cómo este principio del beneficio obtenido por la divergencia de
carácter tiende a obrar alternando con los principios de la selección natural y
de la extinción.
Por medio del diagrama podremos comprender este problema, que es harto
complicado.
Supongamos que están representadas desde A hasta L las especies de un; gran
género en su propio país, se supone: que estas se parecen las unas a las otras
en grados desiguales, que es lo que sucede generalmente en la naturaleza, y se
indica en el diagrama por la colocación de letras, a distancias desiguales.
Ahora bien; sea A: una especie común, extensamente difundida y variable,
perteneciente a un género grande de su propio país. Las líneas de puntos que
podrían formar la ramificación y divergencias con tamaños desiguales procedentes
de A pueden representar su variable descendencia. Se supone que las variaciones
son en extremo ligeras, pero de naturaleza diversificada, y que todas no
aparecen simultáneamente, sino a menudo después che largos intervalos, sin durar
períodos iguales. Sólo se conservan o se escogen naturalmente aquellas
variaciones que de algún modo son ventajosas; aquí entra en juego la importancia
del principio de ventaja que deriva de la divergencia de carácter, porque esta
generalmente conducirá a que las variaciones más diferentes o divergentes
(representadas por líneas de puntos exteriores) se conserven y acumulen por la
selección natural. Cuando una línea de puntos llega a una de las horizontales,
marcada por una letra pequeña con números, se supone que se ha acumulado la
cantidad suficiente de variación como para formar una variedad bien pronunciada
y digna de ser consignada como tal en cualquier trabajo sistemático. Cada uno de
los intervalos existentes entre las líneas horizontales del diagrama puede
representar mil o más generaciones, y después de este período de tiempo se
supone que la especie A ha producido dos variedades perfectamente marcadas, a
saber: al y ml. Estas dos variedades estarán aún expuestas a las mismas
condiciones que hicieron variables a sus progenitores, y la tendencia a la
variabilidad será en sí misma hereditaria; por consiguiente, tenderán igualmente
a variar por lo común, casi del mismo modo en que lo hicieron sus padres y
siendo sólo dos formas ligeramente modificadas, tenderán a heredar aquellas
ventajas que hicieron a su padre A más prolífico que a la mayor parte de los
otros habitantes del mismo país. Además, también heredarán aquellas ventajas más
generales que hicieron que el género al que pertenecía la especie madre fuera
grande en el país natal. Todas estas son circunstancias favorables a la
producción de nuevas variedades.
Entonces, si estas dos formas son variables, se conservarán generalmente durante
las primeras mil generaciones como las más divergentes de sus variaciones, y
después de este intervalo supondríamos en el diagrama que la variedad al ha
producido la variedad a2, que por el principio de divergencia se diferenciará
más de A que de la variedad a1. Se supone que la variedad m1 ha producido dos
variedades, m2 y s2, que se diferencian la una de la otra, y más
considerablemente aún, de su padre común A. Podemos continuar el procedimiento
por pasos semejantes en cualquier extensión de tiempo. Algunas de las variedades
después de cada mil generaciones producen solamente una variedad, pero en
condición cada vez más modificada, así como otras producen dos o tres variedades
y otras dejan de producirlas en absoluto. De este modo, las variedades o
descendientes modificados del padre común A irán generalmente aumentando en
número y divergiendo en carácter. En el diagrama se podría representar el
procedimiento hasta la generación diez mil, y en forma condensada y simplificada
hasta la generación catorce mil.
Después de diez mil generaciones se supone que la especie A ha producido tres
formas, a10, f10, m10, las cuales, por haber divergido en carácter durante las
generaciones sucesivas, habrán llegado a diferenciarse mucho, aunque quizá tan
desigualmente unas de otras como de su padre común. Si suponemos que es
excesivamente pequeño el cambio entre cada línea horizontal de nuestro diagrama,
estas tres formas serán todavía tan sólo variedades bien marcadas; pero basta
suponer que son más numerosos o mayores en cantidad los pasos en el
procedimiento de modificación, para convertir primero estas tres formas en
especies dudosas, y por último, en especies bien definidas. Así el diagrama nos
enseñaría los pasos por los cuales las diferencias pequeñas que distingue a las
variedades van creciendo hasta constituir las diferencias más grandes que
distinguen a las especies. Continuando el mismo procedimiento por número mayor
de generaciones, como se ve en el diagrama de una manera condensada y
simplificada, tenemos ocho especies marcadas con las letras que van de a14 a
m11, todas descendientes de A. Así creemos que se multiplican las especies y se
forman los géneros.
Es probable que tratándose de géneros grandes varíe más de una especie; por esto
en el diagrama hemos supuesto que una segunda especie, ha producido, por
análogos pasos, después de diez mil generaciones, tanto dos variedades bien
marcadas, w10 y z10, como dos especies, según la cantidad de cambio que se
suponga estar representado entre las líneas horizontales. Después de catorce mil
generaciones se supone que han sido producidas seis nuevas especies, marcadas
por las letras de n14 a z14. En cualquier género las especies, dado que son muy
diferentes entre sí en carácter, tenderán generalmente a producir el mayor
número de descendientes modificados. Estos tendrán las mayores probabilidades de
apoderarse de nuevos lugares completamente diferentes en la economía de la
naturaleza, y por eso en el diagrama hemos escogido la especie extrema A, y la
casi extrema I como las más variadas y que han dado origen a nuevas variedades y
especies. Las otras nueve especies, marcadas con letras mayúsculas, de nuestro
género original, pueden continuar transmitiendo descendientes sin alteración
durante períodos largos, aunque desiguales, y esto se representa en el diagrama
por líneas de puntos prolongadas desigualmente hacia arriba.
Pero durante el procedimiento de modificación representado en el diagrama, otro
de nuestros principios, a saber, el de la extinción, habrá desempeñado un
importante papel.
En efecto, como en cada país completamente poblado la selección natural obra
porque la forma selecta tiene alguna ventaja sobre las otras en la lucha por la
existencia, habrá una tendencia constante en los descendientes mejorados de
cualquier especie, a suplantar y exterminar, en cada período de la sucesión, a
sus predecesores y a su progenitor original.
Porque hay que recordar que la competencia será generalmente más vigorosa entre
aquellas formas que estén relacionadas entre sí por hábitos, constitución y
estructura. De aquí que todos las formas intermedias entre los primeros estados
y los últimos, esto es, entre los estados de una misma especie menos mejorada y
más mejorada, como también la misma especie madre original, tenderán
generalmente a extinguirse, lo cual probablemente sucederá en muchas líneas
colaterales enteras de sucesión, que serán conquistadas por otras posteriores y
adelantadas. Si, no obstante, la descendencia modificada de una especie llega a
un país distinto, o se adapta prontamente a algún paraje nuevo, en el cual la
descendencia y el progenitor no entren en competencia, ambos pueden continuar
existiendo.
Si se supone entonces que nuestro diagrama representa una suma considerable de
modificación, la especie A y todas las primeras variedades se habrían
extinguido, siendo reemplazadas por ocho especies nuevas, desde a14 hasta m14, y
la especie I por seis especies nuevas, de n14 a z14.
Pero podemos ir todavía más lejos en nuestro estudio. En efecto, se ha supuesto
que las especies originales de nuestro género se parecían entre sí en grados
desiguales, como sucede generalmente en la naturaleza. Ahora bien; la especie A
está relacionada más de cerca con B, C y D que con las otras especies, así como
la especie I con la G, H, K y L más que con las otras. Se supuso también que
estas dos especies A e I eran muy comunes y que estaban tan extensamente
difundidas, que debieron en su origen haber tenido alguna ventaja sobre la mayor
parte de las otras especies del género. Sus descendientes modificados, que son
catorce en la generación catorce mil, habrán heredado probablemente algunas de
las mismas ventajas; habrán sido también modificados, mejorados en manera
diversa en cada período de sucesión, de modo que habrán llegado a adaptarse a
muchos lugares relacionados entre sí en la economía natural de su país. Parece,
por lo tanto, extremadamente probable que hayan ocupado los lugares, y por
consiguiente, exterminado no sólo a sus padres A e I, sino de igual modo a
alguna de las especies originales que estaban más estrechamente relacionadas con
sus progenitores. Por esta razón, muy pocas de las especies primitivas habrán
transmitido descendencia a la generación catorce mil, y podemos suponer que
solamente una, F, de las dos especies E y F, menos íntimamente unidas a las
otras nueve especies originales, ha transmitido descendientes hasta este último
período de sucesión.
Las nuevas especies de nuestro diagrama, descendientes de las once especies
dichas, serán ahora quince, y por causa de la tendencia divergente de la
selección natural, la suma extrema de diferencia en carácter entre las especies
a14 y z14 será mucho mayor de la existente entre las más distintas de las
especies originales. Las nuevas especies, además, estarán unidas unas con otras
en modo enteramente diferente, y de las ocho descendientes de A, las tres
marcadas con a14, q14, p14 estarán inmediatamente relacionadas por ser
ramificaciones recientes de a10, así como b14 y f14, por haberse separado en un
período anterior de a5, serán en algún grado distintas de las tres especies
primero nombradas. Por último, o14, e14 y m14 estarán inmediatamente
relacionadas entre sí; pero por haber divergido desde el principio del proceso
de modificación, serán muy diferentes de las otras cinco especies, constituyendo
un subgénero o género distinto.
Los seis descendientes de I formarán dos subgéneros o dos géneros; pero como la
especie original I se diferenciaba mucho de A, siendo casi los dos extremos del
género original, los seis descendientes de I, sin atender más que a la herencia,
se diferenciarán considerablemente de los ocho descendientes de A, además, se
supone que los dos grupos han seguido divergiendo en direcciones diferentes. Las
especies intermedias (y esta consideración es muy importante) que enlazaban las
especies originales A e I, se han extinguido todas excepto F y no han dejado
descendencia. De aquí que habrá que clasificar como géneros muy distintos, y aun
como distintas subfamilias, a las seis especies nuevas derivadas de I y a las
ocho descendientes de A.
Así es, a nuestro juicio, como se producen dos o más géneros por descendencias
con modificación de dos o más especies del mismo género. Y se supone que las dos
o más especies madres descienden de una sola perteneciente a un género anterior.
En nuestro diagrama esto estaría indicado por las líneas interrumpidas que hay
debajo de las letras mayúsculas que convergen en subramas hacia un solo punto
interior, el cual representa una especie supuesta, progenitora de nuestros
diversos géneros y subgéneros nuevos.
En el diagrama se ha supuesto hasta ahora que cada línea horizontal representa
mil generaciones: pero, como es fácil concebir, cada una puede representar un
millón de ellas, y aun más, también una sección de las capas sucesivas de la
corteza terrestre que incluyen restos extinguidos.
Hemos visto que en cada país las especies que pertenecen a los géneros mayores
son las que más frecuentemente presentan variedades o especies incipientes, y en
verdad, debía esperarse que así sucediera; porque como la selección natural obra
por medio de una forma que tiene alguna ventaja sobre otras en la lucha por la
existencia, obrará principalmente en aquellas que ya tienen alguna ventaja, y la
magnitud de cualquier grupo demuestra que sus especies han heredado de algún
antecesor en común cierta ventaja común.
Por esto la lucha por la producción de descendientes nuevos y modificados se
sostendrá principalmente entre los grupos mayores que tratan de aumentar su
número. Un grupo grande conquistará poco a poco a otro, reducirá su número, y de
este modo disminuirán las probabilidades de ulteriores variaciones y mejoras.
Dentro del mismo grupo grande, los subgrupos últimos y mejor perfeccionados, por
ramificarse y apoderarse de muchos lugares nuevos en la economía de la
naturaleza, tenderán constantemente a suplantar y destruir a los subgrupos
primitivos y menos mejorados, hasta que, finalmente, desaparezcan los grupos y
subgrupos pequeños e interrumpidos. Mirando al porvenir, podemos predecir que
los grupos de seres orgánicos que ahora son grandes y triunfantes y menos
interrumpidos que los otros, esto es, que han pasado por menos extinción,
continuarán aumentando durante un período largo. Pero lo que nadie puede
predecir es qué grupos prevalecerán al fin, porque sabemos que muchos que en
otros tiempos se han desarrollado notablemente, hoy han desaparecido. Y
escudriñando aún más íntimamente en el futuro, podremos ver que, a causa del
aumento continuado y fijo de los grupos más grandes, una multitud de los más
pequeños se extinguirá por completo, sin dejar descendientes modificados. Por
consiguiente, de las especies que vivan en un período dado, muy pocas serán las
que transmitan descendientes a las lontananzas del remoto porvenir.
Podemos añadir que, según la opinión que considera muy escasas a las especies
más antiguas que han transmitido descendientes a nuestros días, y que, como
todos los descendientes de la misma especie, forman clase, podemos entender la
existencia de tan pocas clases en cada división principal de los reinos animal y
vegetal. Aunque pocas de las especies más antiguas hayan dejado descendientes
modificados en los lejanos períodos geológicos, la tierra puede haber estado
casi tan bien poblada como ahora lo está de especies de muchos géneros,
familias, órdenes y razas.
SOBRE EL GRADO EN QUE TIENDE A AVANZAR LA ORGANIZACIÓN.
La selección natural obra exclusivamente conservando las variaciones que son
ventajosas en las condiciones orgánicas e inorgánicas a las que toda criatura
está expuesta en todos los períodos de la vida. Su último resultado es que cada
una tienda a mejorar cada vez más en relación a sus condiciones. Este
mejoramiento conduce inevitablemente al adelanto gradual de la organización del
mayor número de los seres vivos en todo el mundo. Pero aquí entramos en asunto
harto intrincado, porque los naturalistas no han definido a satisfacción de
todos lo que se entiende por progreso en la organización. Entre los vertebrados
es claro que se trata del grado de inteligencia y de la aproximación de su
estructura a la del hombre. Podría pensarse que la cantidad de cambios por los
que pasan las diversas partes y órganos en su desarrollo desde el embrión a la
madurez, bastaría como tipo de comparación; pero hay casos, y entre ellos el de
ciertos crustáceos parásitos, en los cuales varias partes de la estructura
llegan a ser menos perfectas. El criterio más extensamente aplicable y que
parece preferible en esta materia es el de von Baer, que establece la suma de
diferencia de las partes del mismo ser orgánico (en estado adulto, añadiríamos
nosotros), y su especialidad para funciones diferentes; o como Milne Edwars se
expresaría, el perfeccionamiento de la división del trabajo fisiológico.
Si tomamos como criterio de la organización más elevada la suma de diferencias y
de especialidades de los diversos órganos en cada ser adulto (lo cual incluirá
el adelanto del cerebro para los fines intelectuales), la selección natural nos
lleva clara mente hacia él, porque todos los fisiólogos admiten que las
especialidades de los órganos, dado que en este estado llenan mejor sus
funciones, son ventajosas para cada ser, y de ahí que la acumulación de
variaciones que tienden hacia la especialidad esté dentro del campo propio de la
selección natural. Por otra parte, teniendo presente que todos los seres
orgánicos se esfuerzan en aumentar en gran proporción, y por apoderarse de todo
lugar desocupado o menos bien ocupado en la economía de la naturaleza, podemos
entender que es completamente posible para la selección natural adaptar
gradualmente a un ser a una situación dada, en la cual serían superfluos o
inútiles algunos órganos, en cuyo caso habría retroceso en la escala de la
organización.
Pero puede objetarse que si todos los seres orgánicos tienden así a elevarse en
la escala, ¿cómo es que en todo el mundo existe todavía una multitud de formas
inferiores? Y, ¿cómo es que en cada gran clase hay algunas formas más
desarrolladas que otras? ¿Por qué las primeras no han suplantado ni exterminado
a las otras en todas partes? Lamarck se inclinó a suponer que continuamente
están produciéndose formas nuevas y simples por generación espontánea. La
ciencia no ha probado todavía la verdad de esta creencia. En nuestra teoría no
ofrece dificultad la existencia continuada de organismos inferiores, porque la
selección natural o supervivencia de los más aptos, no implica necesariamente
desarrollo progresivo, sino que solamente aprovecha la ventaja de aquellas
variaciones que surgen y son de utilidad a cada criatura en sus complejas
relaciones de vida.
Creemos, finalmente, que muchas formas de organización inferior existen aún en
el mundo, por varias causas. En algunos casos, porque nunca han surgido
variaciones o diferencias individuales de naturaleza favorable para que la
selección natural obrara y las acumulara. Probablemente en ningún caso ha
bastado el tiempo para acumular la mayor suma posible de desarrollo, y en
ciertas, aunque en pocas circunstancias, ha habido lo que debemos llamar
retroceso de organización Volviendo la vista a la primera aurora de la vida,
cuando todos los seres orgánicos, según creemos, presentaban la estructura más
simple, se ha preguntado: ¿cómo nacieron los primeros pasos en el adelanto o
diferencias de las partes? MR Herbert Spencer probablemente contestaría que tan
pronto como el simple organismo unicelular llegó por crecimiento o división a
ser un compuesto de diversas células o se unió a cualquier superficie de apoyo,
entraría en juego su ley de que "las unidades análogas de un orden cualquiera se
diferencian proporcionalmente a medida que sus relaciones con fuerzas incidentes
se hacen diferentes". Pero como no tenemos hechos que nos guíen, la especulación
sobre el asunto es casi inútil. Es, sin embargo, un gran error suponer que no
habría lucha por la existencia, y en consecuencia selección natural, hasta que
hubieran sido producidas muchas formas, puesto que las variaciones en una sola
especie que habite una región aislada podrían ser ventajosas, y por ende,
modificada la masa entera de individuos.
Finalmente, bajo condiciones variables de vida, los seres orgánicos presentan
diferencias individuales en casi todas las partes de su estructura, y esto no
puede disputarse; si hay una lucha rigurosa por la existencia debido a la
proporción geométrica de aumento en alguna época, estación o año, esto tampoco
puede disputarse seriamente. Considerando la infinita complejidad en las
relaciones de todos los seres orgánicos entre sí y con sus condiciones de vida,
origen de infinita diversidad de estructura, constitución y hábitos que han de
ser ventajosos, sería un hecho extraordinario que jamás hubieran ocurrido
variaciones útiles para el propio bienestar de cada ser, de la misma manera que
han ocurrido tantas variaciones útiles para el hombre. Pero si estas ocurren
alguna vez para cualquier ser orgánico, seguramente los individuos que los
posean tendrán las mayores probabilidades de conservarse en la lucha por la
existencia; y por el principio de la herencia tenderán a producir descendencia
semejantemente caracterizada. A este principio de conservación, o a la
supervivencia de los más aptos, hemos llamado selección natural, que conduce al
mejoramiento de cada criatura con relación a sus condiciones orgánicas e
inorgánicas de vida, y en consecuencia, en la mayoría de los casos, a lo que
pudiera considerarse como adelanto en la organización. A pesar de todo, las
formas simples e inferiores tendrán una gran duración si están bien adaptadas a
sus propias condiciones de vida.
La selección natural, de acuerdo con el principio de que las cualidades se
heredan en edades correspondientes, puede modificar al huevo, a la semilla o al
cachorro tan fácilmente como el adulto. Entre muchos animales, la selección
sexual habrá prestado su ayuda a la selección ordinaria, asegurando a los machos
más vigorosos y mejor adaptados, el mayor número de descendientes. La selección
sexual dará también caracteres útiles a los machos solamente en sus luchas o
rivalidades con otros, y estos caracteres serán transmitidos a un sexo solo o a
los dos, según la forma de herencia que prevalezca.
Si la selección natural ha obrado así realmente, para adaptar las varias formas
de vida a sus diferentes condiciones y estaciones, habrá que juzgarlo por el
tenor general y por el número de las pruebas dadas en pro y en contra. Pero ya
hemos visto cómo ella implica la extinción, y la geología claramente declara
cuánto ha hecho la extinción en la historia del mundo. La selección natural
también conduce a la divergencia de carácter, porque cuanto más diverjan los
seres orgánicos en estructura, hábitos y constitución, tanto más podrá
sostenerse un número grande de individuos en la misma región; de lo cual tenemos
una prueba con sólo mirar a los habitantes de cualquier espacio pequeño y a las
producciones naturalizadas en tierra extranjera. Por lo tanto, durante la
modificación de los descendientes de una especie cualquiera, y durante la
incesante lucha de todas las especies para hacerse más numerosas, cuanto más
diversificados sean los descendientes, tantas más probabilidades tendrán de
conseguir el triunfo en la batalla por la vida. Y de este modo, las diferencias
pequeñas que distinguen a las variedades de la misma especie tienden firmemente
a aumentarse, hasta que igualan a las diferencias más grandes que hay entre
especies del mismo género y aun de géneros distintos.
Las especies comunes extensamente difundidas y que ocupan vastas regiones,
pertenecientes a los géneros mayores, dentro de cada clase, son las que varían y
tienden a transmitir a su modificada descendencia aquella superioridad que ahora
las hace dominantes en sus propios países. La selección natural, como acaba de
observarse, conduce a la divergencia de carácter y a mucha extinción de las
formas menos adelantadas e intermedias.
Por estos principios puede explicarse la naturaleza de las afinidades y las
distinciones, generalmente bien definidas entre los innumerables seres orgánicos
de cada clase en todo el mundo. Es verdaderamente un hecho maravilloso, por más
que la familiaridad nos haga no maravillarnos de él, que todos los animales y
todas las plantas en todo tiempo y en todo el espacio estén relacionados unos
con otros en grupos subordinados a grupos, de la manera que en todas partes los
vemos, a saber: variedades de la misma especie más íntimamente relacionadas;
especies del mismo género menos íntima y desigualmente relacionadas, formando
secciones y subgéneros; especies de distintos géneros mucho menos relacionadas;
géneros relacionados en diferentes grados, formando subfamilias, familias,
órdenes, subclases y clases. Los diferentes grupos subordinados en una clase no
pueden ser colocados en una sola fila, pero parecen apiñados alrededor de
puntos, y estos alrededor de otros, y así sucesivamente, en círculos casi
interminables. Si las especies hubieran sido creadas independientemente, no
habría explicación posible para esta clasificación, que hoy se explica por la
herencia y por la acción compleja de la selección natural, de la que resulta la
extinción y la divergencia de carácter, como podríamos verlo gráficamente en las
líneas que hemos ido trazando en el diagrama.
Algunas veces, las afinidades de todos los seres de la misma clase han sido
representadas por un gran árbol, y creemos que esta idea es bastante verdadera.
En efecto, los renuevos verdes y florecientes pueden representar las especies
que existen; y los producidos durante años anteriores pueden representar la
larga sucesión de especies extinguidas.
En cada período de crecimiento, todos los retoños han tratado de ramificarse en
todas las direcciones y de sobresalir y sofocar a las ramas y renuevos que los
rodean, de la misma manera en que las especies y los grupos de especies han
dominado en todos los tiempos a otras especies en la gran batalla por la vida.
Los troncos divididos en grandes ramas, y éstas en otras cada vez más pequeñas,
fueron también en otro tiempo, en la juventud del árbol, retoños florecientes; y
esta conexión de los brotes antiguos y actuales en los ramificados brazos puede
representar a las mil maravillas la clasificación de todas las especies
extinguidas y vivas en grupos subordinados a otros grupos. De los muchos retoños
que florecieron cuando el árbol era un mero arbusto, solamente dos o tres, que
hoy son las ramas grandes, sobreviven y soportan a las otras, y asimismo, de las
especies que vivieron durante períodos geológicos hace mucho tiempo, muy pocas
han dejado descendientes vivos y modificados. Desde el primer crecimiento del
árbol, más de una rama de todos los tamaños se ha deteriorado y caído, y estas
pueden representar aquellas órdenes, familias y géneros enteros que no tienen
representantes vivos y que no son conocidos únicamente en estado fósil. Del
mismo modo que de vez en cuando vemos una ramita solitaria saliendo por la parte
baja del tronco de un árbol, que por alguna circunstancia ha sido favorecida y
todavía vive en aquel sitio, se nos presenta también un animal, como el
ornitorrinco o el pez de légamo, que en grado pequeño enlaza por sus afinidades
a dos grandes ramas de vida, y que en la apariencia se ha salvado de la
competencia fatal, por haber habitado en un paraje protegido. Como los retoños
dan por el crecimiento lugar a otros retoños, y estos, cuando son vigorosos, se
ramifican y dominan por todos lados a muchas ramas más débiles, creemos que es
eso lo que ha sucedido con el gran árbol de la vida, que llena con sus ramas
muertas y rotas la corteza de la tierra, cuya superficie cubre con sus restantes
ramificaciones, siempre hermosas y crecientes.
Capítulo V
Leyes de la variación
EFECTOS DEL CAMBIO DE CONDICIONES.
Algunos autores creen que tanto compete al sistema reproductivo producir
diferencias individuales o ligeras desviaciones de estructura como hacer a la
criatura semejante a sus padres. Pero el hecho de que las variaciones y
monstruosidades ocurran más frecuentemente en la domesticidad que en la
naturaleza (así como es mayor la variabilidad en las especies que ocupan grandes
extensiones que en aquellas que las ocupan reducidas) parece demostrar que la
variabilidad se relaciona generalmente con las condiciones de vida a las que
cada especie ha estado expuesta durante varias generaciones sucesivas.
Pero en cierto sentido puede decirse que las condiciones de vida no solamente
causan la variabilidad, directa e indirectamente, sino que de igual manera
incluyen la selección natural, porque las condiciones determinan si ha de
sobrevivir esta o aquella variedad.
Pero cuando el hombre es agente selector, claramente vemos que los dos elementos
de cambio son distintos; la variabilidad está hasta cierto punto excitada,
aunque la voluntad del hombre es en cierto sentido la que acumula las
variaciones, y esta última causa es la que motiva que sobrevivan los más aptos
en el estado natural.
VARIACIÓN CORRELATIVA.
Con esta expresión queremos indicar que toda la organización está tan enlazada
durante su crecimiento y desarrollo que, cuando ocurren ligeras variaciones en
alguna parte y estas se acumulan por la selección natural, se modifican otras
partes. Este es un asunto muy importante, imperfectamente entendido, y sin duda,
se confunden con facilidad varias clases de hechos completamente distintos. En
efecto, la simple herencia tiene a menudo falsa apariencia de correlación, y uno
de los casos más evidentes en este punto es que las variaciones de estructura
que se originan en las larvas, tienden a afectar naturalmente la estructura del
animal adulto.
Nuestra ignorancia acerca de las leyes de la variación es profunda, pues ni en
un solo caso entre cientos podemos pretender saber la razón de las variaciones
de esta r3 aquella parte. Pero siempre que tenernos medios de establecer la
comparación, son idénticas las leyes que parecen haber obrado para producir las
menores diferencias existentes entre variedades de la misma especie y mayores
las diferencias que median entre las especies del mismo género. El cambio de
condiciones motiva generalmente una variabilidad que sólo merece ser llamada
fluctuante, pero algunas veces causa efectos directos y definidos, que con el
tiempo pueden llegar a presentarse muy marcados, aunque no tengamos pruebas
suficientes sobre este punto.
El hábito de producir peculiaridades constitucionales, el uso en fortificarlas,
y la falta de uso en debilitar y disminuir los órganos, parecen en muchos casos
haber sido causas potentes para producir semejantes efectos. Las partes
homólogas tienden a variaciones idénticas, así como a la coherencia. Las
modificaciones en partes duras y externas afectan algunas veces a partes más
blandas e internas, y cuando una parte está muy desarrollada, quizás tienda a
sacar nutrición de las partes adyacentes, entonces toda parte de la estructura
que pueda ser economizada sin detrimento, será economizada. Los cambios de
estructura en edad temprana pueden afectar a partes desarrolladas después,
ocurriendo indudablemente muchos casos de variación correlativa, cuya naturaleza
no podemos entender.
Las partes múltiples no son variables en número y estructura, quizá por causa de
que, no habiendo sido esas partes vigorosamente especificadas para una función
particular, sus modificaciones no han sido vigorosamente retenidas por la
selección natural. Se deduce probablemente de esta misma causa que los seres
orgánicos inferiores son más variables que los que ocupan un lugar superior en
la escala, y que, por ende, poseen una organización más específica que los
primeros. Los órganos rudimentarios, por ser inútiles, no están regulados por la
selección natural, siendo por lo tanto variables. Los caracteres específicos, es
decir, los caracteres que han llegado a diferenciarse desde que las diversas
especies de un mismo género se separaron de su antecesor común, son más
variables que los caracteres genéricos, o que aquellos que han sido heredados
por mucho tiempo y que no han diferido dentro de este período. En estas
observaciones nos hemos referido a que las partes u órganos especiales son
todavía variables, porque han variado recientemente, y de esta manera han venido
a diferenciarse. Pero también hemos visto que el mismo principio se aplica a
todo el individuo; así que, en cualquier localidad en que haya habido mucha
variación y anteriores diferencias, o muchas especies de un género, o donde la
fabricación de nuevas formas específicas haya estado activamente funcionando
entre estas especies, encontraremos seguramente por término medio más variedades
que en otras en que no hayan podido reunirse semejantes coincidencias
favorables.
Los caracteres sexuales secundarios son en extremo variables y se diferencian
mucho de las especies de un mismo grupo. La variabilidad en las mismas partes de
la organización ha tenido generalmente por resultado diferencias sexuales
secundarias a los dos sexos de la misma especie, y específicas a las varias
especies del mismo género. Cualquier parte u órgano desarrollado hasta un tamaño
excepcional, comparado con la misma parte u órgano de la especie aliada, debe
haber pasado por un extraordinario número de modificaciones desde la formación
del género, pudiendo así entender por qué es más variable, todavía en mayor
grado que las otras partes, puesto que la variación es un procedimiento lento y
por mucho tiempo continuado, sin que la selección natural en casos semejantes
haya tenido tiempo para sobreponerse a la tendencia hacia ulterior variabilidad
y hacia el retroceso a un estado menos modificado. Pero cuando una especie con
algún órgano extraordinariamente desarrollado se ha convertido en antecesor de
muchos descendientes modificados, lo cual, en nuestra opinión, necesita ser un
procedimiento muy lento que requiere un gran intervalo de tiempo, la selección
natural ha conseguido dar carácter fijo al órgano, por muy extraordinariamente
que haya sido desarrollado. Las especies que heredan casi la misma constitución
de un padre común, y que están expuestas a influencias parecidas, tienden a
presentar naturalmente variaciones análogas, o estas mismas especies pueden
ocasionalmente retroceder a algunos de los caracteres de sus antiguos
progenitores, y aunque no puedan surgir nuevas e importantes modificaciones,
añadirán belleza y armonía a la diversidad de la naturaleza.
Cualquiera que pueda ser la causa de cada una de las ligeras diferencias que
median entre la cría y sus padres (preciso es que exista una causa para cada
una), tenemos razones para creer que la constante acumulación de diferencias
provechosas ha sido el origen de todas las modificaciones importantes en la
estructura según los hábitos propios de cada especie.
Capítulo VI
Dificultades de la teoría
DIFICULTADES DE LA TEORÍA DE DESCENDENCIA CON MODIFICACIONES.
Todas las dificultades y objeciones a la teoría pueden clasificarse en los
siguientes puntos:
1) ¿Por qué, si las especies han descendido de otras especies por delicadas
graduaciones, no vemos por todas partes innumerables formas de transición? ¿Por
qué toda la naturaleza no está confusa en vez de presentarse las especies tan
bien definidas como las vemos?
2) ¿Es posible que un animal que tenga, por ejemplo, la estructura y las
costumbres de un murciélago, pueda haber sido formado por la modificación de
algún otro animal con costumbres y estructuras extremadamente diferentes?
¿Podemos creer que la selección natural llegue a producir, por una parte, un
órgano de insignificante importancia, como la cola de la jirafa, que sirve de
espantamoscas, y por otra parte, un órgano tan maravilloso como el ojo?
3) ¿Pueden los instintos adquirirse y modificarse por medio de la selección
natural? ¿Qué diremos del instinto que lleva a la abeja a hacer celdas, y que
prácticamente se ha adelantado a los descubrimientos de notables matemáticos?
4) ¿Cómo podemos explicarnos que las especies sean estériles o produzcan crías
tales, mientras que cuando se cruzan las variedades su fertilidad es vigorosa?
Primero: creemos que las especies llegan a ser muy definidas, y que en ningún
momento presentan caos intrincado de lazos variables e intermedios, porque las
nuevas variedades se forman muy lentamente, pues la variación es un
procedimiento lento, y la selección natural nada puede hacer hasta que ocurran
diferencias o variaciones favorables individuales, y hasta tanto pueda ser mejor
ocupado un lugar en la economía natural del país, por alguno o algunos de sus
habitantes modificados. Estos nuevos lugares dependerán de lentos cambios de
clima o de la inmigración accidental de nuevos habitantes, y probablemente en un
grado todavía más importante, de que alguno de los habitantes antiguos se
modifique poco a poco con las nuevas formas de este modo producidas y las
antiguas, obrando por acción y reacción las unas sobre las otras, de modo que en
cualquier región y en cualquier tiempo debemos solamente ver unas pocas especies
que presenten pequeñas modificaciones de estructura en algún grado permanentes,
y esto es lo que vemos.
Segundo: las áreas que hoy son continuas deben haber existido en un período
reciente como porciones aisladas, en las cuales muchas formas, especialmente las
clases que se unen para cada nacimiento, pueden haberse hecho separadamente
distintas como para figurar como especies representativas, en cuyo caso las
variedades intermedias entre las varias especies representantes y su madre
común, habrán existido primitivamente en cada porción aislada de la tierra. Pero
durante el procedimiento de la selección natural habrán sido suplantados y
exterminados estos eslabones, de tal modo, que ya no podrá encontrárselos en
estado de vida.
Tercero: cuando se han formado dos variedades o más en diferentes porciones de
un área estrictamente continua, es probable que las variedades intermedias se
hayan formado al principio en las zonas intermedias, pero generalmente habrán
tenido duración corta.
Por las razones ya asignadas, a saber: por lo que ya conocemos de la
distribución actual de las especies muy próximas o representantes y de las
variedades reconocidas, estas variedades intermedias existirán en las zonas
intermedias en número inferior a las variedades a cuyo enlace tienden. Por lo
tanto, solamente las variedades intermedias estarán sometidas a exterminio
accidental, y durante el procedimiento de ulterior modificación por medio de la
selección natural, serán casi ciertamente combatidas y suplantadas por las
formas que ellas enlazan; porque estas presentarán en conjunto más variedades,
puesto que existen en mayor número, y de este modo se mejorarán más por medio de
la selección natural, adquiriendo posteriores ventajas.
Por último, sin considerar ahora un tiempo dado, sino todos los tiempos, si
nuestra teoría es verdadera, precisamente deben haber existido innumerables
variedades intermedias, unión íntima de todas las especies del mismo grupo; pero
el verdadero procedimiento de la selección natural tiende constantemente, como
ya se ha dicho muchas veces, a exterminar las formas primitivas y los lazos
intermedios. Por consiguiente, sólo pueden encontrarse las pruebas de su
anterior existencia entre los restos fósiles conservados, como intentaremos
demostrar más adelante, en los anales geológicos, tan imperfectos, digámoslo
así, como todos sabemos.
HASTA QUÉ PUNTO ES VERDADERA LA DOCTRINA UTILITARIA; CÓMO SE ADQUIERE LA
BELLEZA.
Las anteriores observaciones nos llevan a decir algunas palabras sobre la
protesta hecha recientemente por algunos naturalistas contra la doctrina
utilitaria de que cada detalle de estructura ha sido producido para el bien de
su poseedor.
Creen que muchas estructuras han sido creadas para la belleza, para el deleite
del hombre o del Creador (aunque este último punto sale del campo de la
discusión filosófico científica), o solamente por mera variedad, opinión que ya
hemos discutido; pero, de ser verdad tales doctrinas, serían absolutamente
fatales para nuestra teoría.
Con respecto a la creencia de que los seres orgánicos fueron creados hermosos
para recreo del hombre (creencia que, se ha anunciado, derriba toda nuestra
teoría) debemos primero hacer notar que el sentido de la belleza depende
evidentemente de la naturaleza del espíritu, con independencia de toda cualidad
real en el objeto admirado, y que la idea de lo que es hermoso ni es innata ni
inalterable. Vemos esto, por ejemplo, en los hombres de razas diferentes, que
admiran un tipo enteramente distinto de belleza en sus mujeres.
Si los objetos hermosos hubieran sido creados únicamente para goce del hombre,
habría que probar que antes de que el hombre apareciese había menos belleza en
la faz de la tierra que desde que él se presentó en escena.
La belleza, en muchos casos, parece ser debida por completo a la simetría del
crecimiento.
Las flores se clasifican entre las producciones más hermosas de la naturaleza;
pero se han hecho visibles por contraste con las hojas verdes, y por
consiguiente hermosas, al mismo tiempo para que puedan ser fácilmente observadas
por los insectos.
La selección natural no puede producir ninguna modificación en una especie
exclusivamente para el bien de otra, aunque en la naturaleza una especie
incesantemente se aproveche de las estructuras de las demás. Pero la selección
natural puede producir, y a menudo produce, estructuras en daño directo de otros
animales. Hemos visto que las especies no son indefinidamente variables en
cualquier período, y que no están escalonadas por multitud de gradaciones
intermedias; en parte, porque el procedimiento de la selección natural es
siempre muy lento, y obra, en cualquier tiempo dado, solamente sobre unas pocas
formas; y en parte porque el mismo procedimiento de la selección natural lleva
implícitas la suplantación continua y la extinción de los grados precedentes e
intermedios.
Las especies estrechamente unidas, que viven ahora en un área continua, deben en
muchos casos haber sido formadas cuando el área no lo era y cuando las
condiciones de vida no se graduaban insensiblemente desde una parte a otra.
Cuando se formen dos variedades en dos localidades de una región continua, se
formará a menudo una variedad intermedia, propia para una zona también
intermedia; pero, por razones ya dadas, la variedad intermedia será comúnmente
menos numerosa que las dos formas que enlaza, y por consiguiente, estas, durante
el curso de ulterior modificación, tendrán gran ventaja para existir en mayor
número sobre la variedad intermedia, y acabarán generalmente por suplantarla y
exterminarla.
Debemos ser precavidos en la conclusión de que no pueden graduarse uno en otro
los hábitos más diferentes de vida; que, por ejemplo, un murciélago no pudo
haber sido formado por la selección natural de un animal que al principio sólo
hendía el aire.
En dos seres extensamente alejados uno de otro en la escala natural, los órganos
que sirven para el mismo propósito, aunque sean en su apariencia externa muy
semejantes, pueden haber sido formados separada o independientemente. Cuando
tales órganos son examinados de cerca, casi siempre pueden descubrirse en su
estructura diferencias esenciales, siendo esto consecuencia lógica del principio
de la selección natural. Por otra parte, la regla común en toda la naturaleza es
infinita diversidad de estructura para alcanzar el mismo fin; y esta también es
consecuencia natural del mismo gran principio.
En muchos casos, somos demasiado ignorantes para poder afirmar que una parte o
un órgano sea tan importante para el bienestar de una especie, que las
modificaciones en su estructura no puedan haberse ido acumulando lentamente por
medio de la selección natural.
En otros muchos casos, es probable que las modificaciones sean resultado directo
de las leyes de variación o de crecimiento, independientemente de que aquellas
hayan alcanzado bien alguno. Pero aun en esas estructuras podemos estar seguros
de que después han sido aprovechadas y modificadas en beneficio de las especies,
bajo condiciones nuevas de vida. También podemos creer que frecuentemente se ha
conservado una parte que tuvo gran importancia en otros tiempos (como la cola de
un animal acuático en sus descendientes terrestres) aunque haya llegado a ser de
importancia tan pequeña, que no podría en su estado actual haber sido adquirida
por medio de la selección natural.
Sabemos que una especie en nuevas condiciones de vida puede cambiar sus hábitos
o tenerlos diversificados; y algunos pueden ser distintos de los de sus
congéneres más inmediatos.
Con esto podemos entender, teniendo presente que cada ser orgánico trata de
vivir en todas las partes que puede, cómo ha sucedido que haya ocas de tierra
adentro con pies empalmados, picamaderos en el terreno, tordos que bucean y
petreles con las costumbres de los pájaros bobos.
Aunque la creencia de que un órgano tan perfecto como lo es el ojo pudiera haber
sido formado por la selección natural es bastante para hacer vacilar a
cualquiera, sin embargo, en el caso de un órgano determinado, si tenemos noticia
de una larga serie de graduaciones en su complejidad, cada una de ellas
ventajosa para su poseedor, no hay imposibilidad lógica de que, en condiciones
cambiadas de vida, adquiera, por medio de la selección natural, cualquier grado
de perfección concebible. En los casos en que no sabemos nada de los estados
intermedios o de transición, tenemos que ser extremadamente cautos para deducir
que no puede haber existido ninguno, porque las metamorfosis de muchos órganos
prueban que, por lo menos, son posibles maravillosos cambios en sus funciones.
Por ejemplo: la vejiga natatoria ha sido aparentemente convertida en pulmón que
respira aire.
El mismo órgano que haya desempeñado en forma simultánea funciones muy
diferentes, y que después haya sido especializado en todo o en parte para una
sola, y dos órganos distintos que hayan desempeñado al mismo tiempo la misma
función, habiendo sido el uno perfeccionado con ayuda del otro, deben muchas
veces haber facilitado bastante las transiciones.
La selección natural nada puede producir en una especie para el bien o daño
exclusivo de otra, aunque sí puede producir partes orgánicas y excreciones
altamente útiles o indispensables, y también altamente dañosas para otra
especie; pero han de ser en todos los casos útiles al mismo tiempo para el
poseedor. En cada país bien poblado, obra la selección natural por medio de la
competencia de los habitantes, y por consiguiente, lleva al triunfo en la
batalla por la vida, pero solamente de acuerdo con el tipo modelo de aquel país
determinado. Por esto los habitantes de un país pequeño ceden a menudo ante los
habitantes de otro más grande, porque en este existirán más individuos y formas
más diversificadas, lo que produce una competencia más severa, y por ende el
tipo de perfección se habrá hecho superior. La selección natural no conducirá
necesariamente a la perfección absoluta, ni tampoco, en cuanto nuestras
facultades limitadas nos permiten juzgar, puede señalarse en todas partes cuál
sería la perfección absoluta.
Con la teoría de la selección natural podemos entender claramente el sentido
completo de aquel antiguo canon de historia natural: "Natura non fácil saltum",
el cual no es estrictamente exacto si miramos sólo a los actuales habitantes del
mundo; pero si incluimos a todos los de los tiempos pasados conocidos y por
conocer, dentro de nuestra teoría debe ser perfectamente verdadero.
Se reconoce generalmente que todos los seres orgánicos han sido formados según
dos grandes leyes: unidad de tipo y condiciones de existencia. Por unidad de
tipo se entiende ese acuerdo fundamental en la estructura que vemos en los seres
orgánicos de la misma clase, y que es totalmente independiente de sus hábitos de
vida. Según nuestra teoría, se explica la unidad de tipo por la unidad de
descendencia. La expresión "condiciones de existencia", en la que tan a menudo
insiste el ilustre Cuvier, es cabalmente comprendida por el principio de la
selección natural. Pues esta obra, o bien adaptando ahora las varias partes de
cada ser a sus condiciones de vida orgánicas e inorgánicas, o bien, habiéndolas
adaptado en épocas pasadas, son ayudadas en muchos casos por el mayor o menor
uso de las partes afectadas por la acción directa de las condiciones externas de
vida, y en todos los casos sujetas a las diversas leyes de crecimiento y
variación. Por esta razón, la ley de las condiciones de existencia es la ley
superior, pues incluye, por la herencia de variaciones y adaptaciones
anteriores, la ley de la unidad de tipo.
Capítulo VII
Objeciones a la teoría de la selección natural
LONGEVIDAD.
Un distinguido naturalista alemán ha asegurado que la parte más débil de esta
teoría es que consideramos a todos los seres orgánicos como imperfectos. Lo que
realmente hemos dicho es que no todos son tan perfectos como pudieran haberlo
sido en relación con sus condiciones, lo cual está demostrado por el hecho de
que tantas formas indígenas en muchos puntos del globo hayan cedido sus puestos
a intrusos. Tampoco pueden los seres orgánicos, aun cuando en un tiempo dado
estuvieran perfectamente adaptados a sus condiciones de vida, haber seguido
estándolo cuando estas condiciones cambiaban, a menos que ellos también
cambiaran de igual modo; y nadie disputará que las condiciones físicas de cada
país, como también los números y de sus habitantes, han pasado por muchas
mutaciones.
Incluso ha habido un crítico que recientemente ha repetido, con alguna
apariencia de exactitud matemática, que la longevidad es una gran ventaja para
todas las especies, de tal modo que quien crea en la selección natural "necesita
arreglar su árbol genealógico", para que todos los descendientes tengan una vida
más larga que sus progenitores. ¿No puede nuestro crítico concebir que una
planta bienal o uno de los animales inferiores pueda extenderse a un clima frío
y perecer allí cada invierno, y sin embargo, por causa de las ventajas
adquiridas por medio de la selección natural, sobrevivir año tras año por medio
de sus semillas o huevos? Mr. E. Ray Lankester ha discutido recientemente este
punto, y sus conclusiones son, en cuanto la extrema complejidad del asunto le
permite formar juicio, que la longevidad está generalmente relacionada con el
tipo de cada especie en la escala de la organización, y también con la cantidad
de lo que se gasta en la reproducción y en la actividad general, por lo que es
probable que estas condiciones hayan sido grandemente determinadas por medio de
la selección natural.
El célebre paleontólogo Bronn, al final de su traducción alemana, pregunta cómo
puede por el principio de la selección natural vivir una variedad al lado de la
variedad madre.
También insiste Bronn en que las especies distintas nunca varían entre sí en
caracteres aislados, sino en muchos puntos, y pregunta: "¿Por qué muchas partes
de la organización han sido modificadas a un mismo tiempo por medio de la
variación y de la selección natural?".
La mejor respuesta a la expresada objeción es la que presentan esas razas
domésticas que han sido modificadas con algún objeto especial, principalmente
por el poder de la selección del hombre. Véanse el caballo de carrera y el de
tiro, el galgo y el mastín.
Toda su figura, y aun sus distintivos mentales, han sido modificados, pero si
pudiéramos trazar paso por paso la historia de sus transformaciones, como
podemos hacerlo con los pasos más recientes, no veríamos grandes y simultáneos
cambios, sino primero el de una parte y luego el de otra, seguramente mejorada.
Aun cuando la selección haya sido aplicada por el hombre a un solo carácter, de
lo cual ofrecen los mejores ejemplos nuestras plantas cultivadas, se encontrará
invariablemente que aunque esta parte (flor, fruto u hojas) haya sido en gran
medida cambiada, casi todas las otras partes también habrán sido modificadas, lo
cual puede atribuirse por un lado al principio de crecimiento correlativo y por
otro a la variación llamada espontánea.
Una objeción mucho más seria ha presentado Bronn, y después de él,
recientemente, Broca, a saber: que muchos caracteres no son, al parecer, de
utilidad alguna para sus poseedores, y que, por lo tanto, la selección natural
no debe haber tenido influencia en ellos.
Bronn pone el caso de la longitud de las orejas y rabos de las diferentes
especies de liebres y ratones, los complejos pliegues del esmalte en los dientes
de muchos animales, y otros muchos casos análogos. Con respecto a las plantas,
ha sido ya discutido este asunto por Nágeli en un ensayo admirable, en el que
admite que la selección natural ha realizado mucho, aunque insiste en que las
familias de las plantas se diferencian principalmente entre sí en caracteres
morfológicos sin ninguna importancia, al parecer, para el bienestar de la
especie. Cree, por consiguiente, en una tendencia innata hacia el desarrollo
progresivo y más perfecto, y especifica la disposición de las células en los
tejidos y de las hojas en el eje, como casos en los cuales no podía haber
operado la selección natural. A estos ejemplos pueden añadirse las divisiones
numéricas de las partes de la flor, la posición de los óvulos, la figura de la
semilla, cuando no es de utilidad para la diseminación, etc.
Mucha fuerza tiene esta objeción; pero a pesar de todo, debemos, en primer
lugar, ser como hemos dicho antes, extremadamente cautos al pretender decidir
qué estructuras son ahora o han sido útiles a cada especie. En segundo lugar,
hay que recordar siempre que cuando se modifica una parte, se modifican también
otras por ciertas causas, oscuramente vistas, tales como aumento o disminución
de corriente nutritiva para una parte precisa, presión mutua, que una parte que
se desarrolle al principio afecte a otra que se desarrolle después, etc., o por
otras causas que motivan los muchos y misteriosos casos de correlación que no
entendemos mucho. Estas influencias pueden ser agrupadas gracias a la brevedad,
bajo la expresión de leyes del crecimiento. En tercer lugar, algo tenemos que
conceder a la acción directa y definida del cambio de condiciones de vida y a
las variaciones llamadas espontáneas, en las que la naturaleza de las
condiciones desempeña aparentemente un papel del todo secundario.
Las variaciones de los pimpollos como la aparición de una rosa de musgo en una
rosa común, o de un pelón en un árbol de melocotones, ofrecen ejemplos claros de
variaciones espontáneas, pero aun en estos casos, si recordamos el poder que
tiene una gota minúscula de veneno para producir agallas muy complejas, no
debemos estar muy seguros de que las variaciones antes señaladas no sean efecto
de algún cambio local en la naturaleza de la savia, debido a algún cambio de
condiciones. Tiene que haber alguna causa para cada pequeña diferencia
individual, así como para las variaciones más fuertemente marcadas que de vez en
cuando surgen. Y si la causa desconocida obrara con persistencia, es casi seguro
que todos los individuos de la especie quedarían modificados de un modo
semejante.
Una estructura que ha sido desarrollada a través de selección continuada por
mucho tiempo, cuando deja de ser útil a la especie se hace generalmente
variable, como lo vemos en los órganos rudimentarios, porque deja de ser
regulada por este mismo poder de selección.
Pero cuando por la naturaleza del organismo y de las condiciones se han
originado modificaciones que no son importantes para el bienestar de las
especies pueden ser, y generalmente lo han sido, transmitidas en casi el mismo
estado a descendientes numerosos, modificados en otros sentidos. No puede haber
sido de mucha importancia para el mayor número de los mamíferos, aves o
reptiles, el estar cubiertos de pelos, plumas o escamas: sin embargo, el pelo ha
sido transmitido a casi todos los mamíferos, las plumas a todos los pájaros y
las escamas a todos los verdaderos reptiles. Una estructura, cualquiera, común a
muchas formas parecidas, es considerada por nosotros como de alta importancia
sistemática, y por consiguiente, se afirma con frecuencia que es de alta
importancia vital para la especie.
Nos inclinamos a creer que las diferencias morfológicas que consideramos
importantes, tales como el arreglo de las hojas, las divisiones de la flor o del
ovario, la posición de los óvulos, etc., aparecieron en muchos casos
primeramente como variaciones fluctuantes, que más pronto o más tarde se
hicieron constantes por la naturaleza del organismo y de las condiciones
ambientales, como también por el cruzamiento entre distintos individuos, pero no
por la selección natural. Pues como estos caracteres morfológicos no afectan el
bienestar de la especie, cualquier pequeña variación en ellos no pudo haber sido
gobernada o aumentada por la última de las causas dichas. Así llegamos a un
resultado extraño, a saber: que los caracteres de poca importancia vital para
las especies son los más importantes para el sistematizador.
Un distinguido zoólogo, Mr. Saint George Mivart, ha reunido recientemente todas
las objeciones que se han hecho en otros tiempos por otros y por nosotros a la
teoría de la selección natural tal como la hemos expuesto Mr. Wallace y
nosotros, y ha aclarado aquellas, con ejemplos expuestos y con admirable arte.
Mr. Mivart afirma con frecuencia que no le atribuimos nada a la variación
independientemente de la selección natural, cuando todos saben que hemos
coleccionado un número mayor de hechos auténticos que el que se encuentra en
ninguna otra obra conocida. Nuestro juicio podrá no ser fidedigno, pero nunca
nos hemos sentido tan fuertemente convencidos de la verdad de las conclusiones
aquí sentadas como después de leer con cuidado el libro de Mr. Mivart.
Hoy por hoy, casi todos los naturalistas admiten la evolución bajo una forma u
otra.
Mr. Mivart cree que las especies cambian en virtud de "una fuerza o tendencia
interna", sobre cuyos elementos no se pretende averiguar cosa definitiva. Que
las especies tienen capacidad para cambiar, lo admitirán todos los
evolucionistas; pero no es necesario, a nuestro modo de ver las cosas, invocar
ninguna fuerza interna que no sea la tendencia a la variabilidad ordinaria, la
cual, con ayuda de la selección dirigida por el hombre, ha dado nacimiento a
tantas razas domésticas bien adaptadas, así como con ayuda de la selección
natural originaría igualmente por pasos graduales, razas o especies naturales.
El resultado final habrá sido, como ya se ha explicado, un adelanto en la
organización, aunque en algunos pocos casos haya sido un retroceso.
Mr. Mivart se inclina además a creer, y algunos naturalistas están de acuerdo
con él, que las especies nuevas se manifiestan de repente "por modificaciones
que aparecen con brusquedad y de una vez". Juzga difícil de creer que el ala de
un ave se haya desarrollado de otra manera que no sea por modificación
relativamente brusca, de naturaleza marcada e importante. Esta conclusión, que
indica grandes lagunas o soluciones de continuidad en la serie, nos parece
inverosímil.
Todo el que cree en la evolución lenta, y gradual admitirá desde luego que
pueden haber existido cambios específicos tara bruscos y tan considerables como
una simple variación cualquiera de las que encontramos en el estado silvestre y
hasta en el doméstico.
Pero como las especies son más variables cuando están domesticadas o cultivadas
que en sus condiciones naturales, no es probable que variaciones tan grandes y
repentinas hayan ocurrido con frecuencia en el estado natural. Como se sabe, de
vez en cuando surgen en el estado doméstico. De estas últimas variaciones
algunas pueden ser atribuidas al retroceso, y los caracteres que de este modo
reaparecen, probablemente fueron adquiridos en muchos casos al principio de una
manera gradual, y aun el mayor número de ellas debe tenerse por monstruosidades,
como los hombres con seis dedos, o los puerco espines, los carneros ancón, el
ganado ñato, etc.; y como difieren enteramente por sus caracteres de las
especies naturales, arrojan escasa luz sobre la materia que tratamos. Excluidos
esos casos de variaciones bruscas, los pocos que quedan constituirán a lo sumo,
si se los halla en estado natural, especies dudosas íntimamente relacionadas con
los tipos de sus antecesores.
Las razones en las que se apoya nuestra duda para creer que las especies
naturales hayan cambiado tan bruscamente como lo han hecho algunas de las razas
domésticas, y para rechazar en absoluto que hayan cambiado de la manera
maravillosa indicada por Mr.Mivart, son las siguientes: Según el resultado de
nuestra experiencia, ocurren variaciones bruscas y muy marcadas en nuestras
producciones domésticas, solamente en casos aislados y con grandes intervalos de
tiempo.
Si ocurriesen tales variaciones en el estado natural, estarían expuestas a
perderse por causas accidentales de destrucción y por los siguientes
cruzamientos, como sabemos que sucede en la domesticidad, cuando las variaciones
bruscas de esta clase no son especialmente preservadas y separadas por el
cuidado del hombre. Por esta razón, para que apareciera una especie nueva
repentinamente, a la manera que Mr. Mivart supone, es casi necesario creer, en
contra de lo que nos enseñan casos análogos, que algunos individuos
maravillosamente cambiados aparecieron simultáneamente dentro de la misma
localidad.
Esta dificultad queda resuelta, como en el caso de la selección
inconscientemente verificada por el hombre, acudiendo a la teoría de la
evolución gradual, en virtud de la preservación de un gran número de individuos
que varíen más o menos en una dirección favorable y de la destrucción de un gran
número que varíe en sentido opuesto.
Existe la duda de que muchas especies hayan sido desarrolladas en manera
extremadamente gradual, porque las especies, y hasta los géneros de muchas
grandes familias naturales están tan inmediatamente enlazados, que es difícil
distinguirlos. En cada continente, al ir del Norte al Sur, de las tierras bajas
a las altas, etc., nos encontramos con una cantidad de especies íntimamente
relacionadas o representativas, y al suceder lo mismo en ciertos continentes
separados, tenemos razones para creer que estos estuvieron unidos en otro
tiempo. Pero al hacer estas observaciones y las subsiguientes, nos vemos
obligados a hacer referencia a puntos que se discutirán más adelante. Véanse las
muchas islas que están alrededor de un continente cualquiera, y se verá cuántos
de sus habitantes pueden merecer ser clasificados en el número de las especies
dudosas. Lo mismo sucede si miramos los tiempos pasados y comparamos las
especies que acaban de desaparecer con las que todavía existen en las mismas
regiones, o si comparamos las especies fósiles enterradas en las subcapas de la
misma formación geológica. Por lo tanto, resulta evidente que hay una multitud
de ellas relacionadas de la manera más íntima con otras que todavía existen o
que han existido recientemente, y difícilmente se sostendrá que tales especies
deban su desarrollo a cambios bruscos o repentinos. Es preciso no olvidar
tampoco, cuando estudiamos los órganos especiales de especies inmediatas, en vez
de los de especies distintas, que pueden trazarse gradaciones numerosas y
asombrosamente delicadas que relacionan estructuras extraordinariamente
diferentes.
Muchos hechos se comprenden tan sólo por el principio de que las especies se han
desarrollado por pasos muy pequeños, como por ejemplo, el fenómeno de que las
especies incluidas en los géneros más grandes estén más íntimamente relacionadas
entre sí y presenten mayor número de variedades que las especies de los géneros
menores. Las primeras están también agrupadas en pequeños grupos, como las
variedades alrededor de las especies, y presentan otras analogías con las
variedades, según queda demostrado en el capítulo II de esta obra. Con este
mismo principio podemos entender cómo los caracteres específicos son más
variables que los genéricos, y cómo las partes que se desarrollan en grado o
modo extraordinario son más variables que las demás partes de la misma especie.
Muchos hechos análogos podrían citarse en confirmación de esta doctrina.
Aunque es casi cierto que muchísimas especies se han producido por pasos no
mayores que los que separan variedades muy delicadas, puede sostenerse que
algunas han sido desarrolladas de una manera diferente y brusca. No debe
hacerse, sin embargo, esta concesión sin que se den excelentes pruebas de la
verdad anunciada.
A menos que admitamos transformaciones tan prodigiosas como las que defiende Mr.
Mivart, tales como el repentino desarrollo de las alas de pájaros o murciélagos,
o la súbita conversión del hiparión en caballo, la creencia en las
modificaciones bruscas apenas da alguna luz a la falta de eslabones de enlace en
nuestras formaciones geológicas; pero la embriología presenta una fuerte
protesta contra las creencias en cambios bruscos. Es notorio que las alas de las
aves y murciélagos, como las piernas de los caballos y otros cuadrúpedos, sean
indistinguibles en un período embrionario temprano, y que se diferencien sólo
par pasos insensiblemente delicados. Los parecidos embriológicos de todas las
clases pueden explicarse por las variaciones verificadas después de la primera
juventud en las progenituras de nuestras especies existentes, que transmiten los
caracteres nuevamente adquiridos a su descendencia en la edad correspondiente.
El embrión no queda afectado, y sirve como indicio de la pasada condición de las
especies. Por eso sucede que las especies existentes, durante los primeros
períodos de su desarrollo, se parecen a menudo a formas antiguas y extinguidas,
pertenecientes a la misma clase. Con esta opinión sobre el significado de los
parecidos embriológicos, y sea cual fuere la opinión, es increíble que un animal
haya sufrido transformaciones tan instantáneas y bruscas como las indicadas
arriba, y que no tenga, sin embargo, en su condición embriónica, ninguna huella
de modificación repentina. Por lo tanto, todos los detalles de su estructura son
debidos a los pasos insensiblemente delicados. Todo el que crea que por medio de
fuerzas o tendencias internas se transforma repentinamente una forma antigua en
otra alada, por ejemplo, se verá casi obligado a suponer, en contra de todas las
analogías observadas, que muchos individuos varían simultáneamente. No puede
negarse que esos cambios tan bruscos y grandes de estructuras sean totalmente
diferentes de aquellos que la mayor parte de las especies, al parecer, han
atravesado. Se verá obligado también a creer que muchas estructuras notablemente
adaptadas a todas las demás partes del mismo ser y a las condiciones que las
rodean han sido repentinamente producidas, sin que sea posible que encuentre ni
sombra siquiera de explicación para tan complejas y maravillosas coadaptaciones.
Se verá forzado a admitir que cuando estas sean grandes y repentinas no dejarán
ningún rasgo de su acción en el embrión; lo cual, a nuestro modo de ver, es lo
mismo que dejar los reinos de la ciencia para entrar en los del milagro.
Capítulo VIII
Instinto
LOS INSTINTOS SON COMPARABLES CON LOS HÁBITOS, PERO SE DIFERENCIAN DE ESTOS POR
EL ORIGEN.
No intentaremos dar aquí la definición del instinto, pues es fácil demostrar que
se comprenden comúnmente en este término varias acciones mentales distintas, y
todo el mundo sabe qué significa decir que el instinto induce, por ejemplo, al
cuco a emigrar y poner sus huevos en los nidos de otras aves. Una acción para
cuya realización nosotros mismos necesitaríamos experiencia, cuando es realizada
por algún animal, especialmente si este es muy joven, sin experiencia, y cuando
es llevada a cabo de la misma manera, por muchos individuos, sin que sepan para
qué la hacen, se apellida comúnmente instintiva. Pero podríamos demostrar que
ninguno de estos caracteres puede tomarse por universal, pues siempre entra en
juego una pequeña dosis de juicio o de razón, como la llama Pierre Huber, aun en
los animales situados muy bajos en la escala de la naturaleza.
Federico Cuvier y algunos de los metafísicos más antiguos han comparado el
instinto con el hábito, y nosotros creemos que esta comparación da una idea
exacta del estado de ánimo bajo el cual se lleva a cabo una acción instintiva,
aunque no se explique precisamente su origen. ¡Cuán inconscientemente se hacen
por hábito muchas cosas que en bastantes casos están en oposición directa con
nuestra voluntad consciente! Ahora bien; estas acciones pueden ser modificadas
por la voluntad o por la razón. Los hábitos fácilmente se asocian con otros
hábitos en ciertos períodos de tiempo y estados del cuerpo, pero una vez
adquiridos, permanecen constantes toda la vida. Podrían indicarse algunos puntos
parecidos entre los instintos y los hábitos. Sucede con los instintos lo mismo
que al repetir una canción muy sabida, una acción sigue a la otra por una
especie de ritmo. Si se interrumpe a una persona cuando canta o cuando ejecuta
algo por rutina, se la obliga generalmente a volver atrás para recobrar el hilo
habitual del pensamiento.
Si suponemos que una acción habitual pasa a ser hereditaria, lo cual puede
demostrarse que sucede algunas veces, entonces el parecido entre lo que en su
origen fue un hábito y un instinto es tan grande, que no es posible establecer
la diferencia. Si Mozart, en lugar de tocar maravillosamente el piano cuando
tenía tres años de edad, hubiera ejecutado una tonada sin práctica ninguna,
podría haberse dicho verdaderamente que lo había hecho por instinto. Pero sería
un error serio suponer que se ha adquirido por hábito el mayor número de los
instintos en una generación, y que estos se han transmitido después, por
herencia, a las generaciones posteriores. Puede demostrarse claramente que es
imposible que los instintos más maravillosos que conocemos, a saber, los de la
abeja de colmena y los de muchas hormigas, hayan sido adquiridos por hábito.
Todos admitirán que para el bienestar de cada especie en sus condiciones
actuales de vida, los instintos son tan importantes como las estructuras
corpóreas. En condiciones cambiadas de vida es posible que sean ventajosas a una
especie algunas ligeras modificaciones de instintos; y si puede demostrarse que
estos varían, por poco que sea, no vemos dificultad en admitir que la selección
natural conserva y acumula las variaciones de instintos en cualquier medida que
sea ventajosa. Creemos firmemente que así se han originado todos los instintos
más complejos y asombrosos que conocemos. Al igual que nacen y se aumentan por
el uso o el hábito las modificaciones en la estructura corpórea, y se disminuyen
o pierden por el desuso, debe haber sucedido con los instintos. Pero creemos que
los efectos del hábito son de importancia secundaria con respecto a los efectos
de la selección natural en lo que podríamos llamar variaciones espontáneas de
instintos, esto es, variaciones manifestadas por las mismas causas ocultas que
producen las pequeñas desviaciones en la estructura del cuerpo.
Hay menos posibilidades de obtener algún instinto complejo por medio de la
selección natural que por la lenta y gradual acumulación de variaciones
múltiples y ligeras, pero ventajosas. Así, pues, como en el caso de las
estructuras corpóreas, tenemos que encontrar en la naturaleza, no los grados
reales de transición por lo s cuales se ha adquirido cada instinto complejo
(porque estos podrían encontrarse solamente en los antecesores directos de cada
especie), sino algunas pruebas de estos grados de transición en las líneas
colaterales de descendencia, o al menos debemos ponernos en condición de
demostrar que son posibles ciertos grados, sean de la clase que fueren, lo cual
es ciertamente posible hacerlo.
Los cambios de instintos pueden muchas veces facilitarse cuando la misma especie
posee diferencias en los diversos períodos de la vida, o en las diversas
estaciones del año, o cuando sus individuos atraviesan diferentes
circunstancias, en cuyo caso puede la selección natural conservar el uno o el
otro instinto. Esto demuestra que, en la naturaleza, ocurren semejantes ejemplos
de diversidad en la misma especie.
Además, como en el caso de la estructura corpórea, y en conformidad con nuestra
teoría sucede que, el instinto de cada especie es bueno para la misma; pero no
ha sido nunca producido en beneficio exclusivo de otras especies. Uno de los
casos más convincentes que conocemos de un animal que aparentemente lleve a cabo
un acto sólo por el bien de otro animal, es el de los pulgones, que
voluntariamente ceden a las hormigas su dulce excreción.
Huber observó, antes que nadie, que lo hacen voluntariamente, como lo demuestran
los siguientes hechos: en cierta ocasión removimos todas las hormigas que había
entre un grupo de diez o doce pulgones que habitaban en una planta de acedera, e
impedimos que volviesen a ella durante algunas horas.
Pasado este intervalo, ya era seguro que los pulgones necesitaban excretar. Los
observamos por algún tiempo, valiéndonos de una lente, y vimos con sorpresa que
ni uno solo de ellos lo había hecho. Entonces los tocamos e instigamos con un
cabello, imitando en lo posible lo que hacen las hormigas con sus antenas.
Después de esto dejamos que una hormiga se acercara a ellos, y en el acto, por
las ansias con que corría de un lado para otro, parecía indicar no desconocer el
pasto que acababa de descubrir. Entonces empezó a tocar con sus antenas el
abdomen de uno de los insectos, pasando luego a otro, y después a otro, etc.
Cada uno de ellos, al sentir las antenas, levantaba inmediatamente su abdomen y
excretaba una gota transparente del dulce jugo, que ansiosamente era devorado
por la hormiga. Los pulgones más jóvenes obraban de la misma manera, demostrando
así que la acción era instintiva y no resultado de la experiencia.
También podría demostrarse con muchos hechos que las cualidades mentales de los
animales de la misma clase nacidos en estado natural varían mucho, y asimismo es
fácil aducir diferentes casos de hábitos extraños y accidentales en animales
salvajes, cuyos hábitos, de ser ventajosos para la especie, podrían haber dado
lugar a nuevos instintos por medio de la selección natural.
CAMBIOS HEREDITARIOS DE HÁBITOS O DE INSTINTOS EN LOS ANIMALES DOMÉSTICOS.
Se aumentará la creencia en la posibilidad y aun en la probabilidad de la
herencia de las variaciones distintas en estado natural, al considerar
brevemente algunos pocos casos que ocurren en la domesticidad, pues así podremos
ver la parte que el hábito y la selección de las variaciones llamadas
espontáneas ha tenido en modificar las cualidades mentales de nuestros animales
domésticos, siendo notorio cuánto varían en sus cualidades mentales muchos de
estos animales. En los gatos, por ejemplo, vemos que mientras uno se dedica
naturalmente a la caza de ratas, otro prefiere la de ratones, siendo cosa sabida
que estas tendencias se heredan. Los instintos domésticos, que así podremos
llamarlos, son ciertamente mucho menos fijos que los naturales; pero en ellos ha
obrado una selección mucho menos rigurosa y han sido transmitidos por un período
de tiempo incomparablemente más corto y en condiciones de vida menos estables.
Las cualidades mentales de nuestros animales domésticos varían y se heredan,
aunque los instintos cambian ligeramente en estado natural. Nadie disputará que
los instintos son de la mayor importancia para cada animal; por lo tanto, no hay
dificultad real cambiando las condiciones de vida, para que la selección natural
acumule en un grado cualquiera las ligeras modificaciones de instinto que sean
útiles de algún modo. En muchos casos es probable que haya entrado en juego el
hábito o el uso y el desuso; y si pretendemos afirmar que los hechos presentados
en este capítulo den fuerza de ninguna clase a esta teoría, tampoco concederemos
que alguno de los casos de dificultad la anulen, confesándonos como
completamente equivocados. Por otra parte, el hecho de que los instintos no sean
siempre absolutamente perfectos y estén sujetos a equivocaciones; el que no
pueda presentarse un instinto que haya sido producido en beneficio de otros
animales, por más que estos se aprovechen de los instintos de otros; y el que el
canon de historia natural "Natura non facit saltum" sea aplicable a los
instintos al igual que a la estructura corpórea y sea plenamente inteligible con
las opiniones anteriores, y de otros modos inexplicables; todo, en suma, tiende
a corroborar la teoría de la selección natural.
También esta teoría adquiere fuerza por unos cuantos hechos más con respecto a
los instintos, como es el caso común de especies muy cercanas, pero distintas,
que habitan diversas partes del mundo y viven en condiciones considerablemente
diferentes, y que, sin embargo, conservan con frecuencia casi los mismos
instintos. Por ejemplo, podemos entender cómo por el principio de la herencia,
el tordo de la América tropical del Sur cubre su nido de barro, de la misma
manera peculiar que nuestro tordo británico; cómo los todopicos del África y de
la India tienen el mismo instinto extraordinario de tapiar y aprisionar a las
hembras en un hueco de un árbol, abriendo un agujerito en la tapia, por el cual
los machos les dan el alimento a ellas y a sus polluelos cuando salen del
cascarón; cómo el regaliolo macho (Troglodita), de la América del Norte,
construye nidos para su descanso al igual que en Europa, hábito completamente
diferente del de todos los pájaros conocidos. Finalmente, acaso no sea deducción
lógica, pero sí para nosotros muchísimo más satisfactoria, considerar que
instintos tales como el del pollo de cuclillo, que echa a sus hermanos del nido,
el de las hormigas que hacen esclavos y los de las larvas de los ichneumones,
que se alimentan dentro de los cuerpos vivos de las orugas, no son instintos
especialmente creados, con los cuales se ha dotado respectivamente a esos
animales, sino pequeñas consecuencias de la ley general que lleva a la mejora de
todos los seres orgánicos, a saber: la de multiplicar, variar, dejar vivir al
más fuerte y dejar morir al más débil.
Capítulo IX
Hibridismo
DISTINCIÓN ENTRE LA ESTERILIDAD DE UN PRIMER CRUZAMIENTO Y LA DE LOS HÍBRIDOS;
GRADOS DE ESTERILIDAD; DIFORMISMO Y TRIFORMISMO RECÍPROCOS.
La opinión más vulgar entre los naturalistas es que las especies, cuando se
cruzan, han sido especialmente dotadas de esterilidad para impedir que se
confundan. A primera vista, esta opinión parece ciertamente muy probable, porque
apenas hubieran podido conservarse distintas las especies que viven juntas si
hubieran sido susceptibles de cruzarse libremente. Es en muchos conceptos
importante para nosotros este asunto, sobre todo porque la esterilidad de las
especies, cuando por primera vez se cruzan, y la de su descendencia híbrida, no
puede haberse adquirido, como demostraremos, conservando grados ventajosos y
sucesivos de esterilidad, sino que es resultado incidental de las diferencias en
el sistema reproductivo de las especies madres.
Al tratar este asunto se han confundido generalmente dos clases de hechos, hasta
cierto punto fundamentalmente diferentes, a saber: la esterilidad de las
especies, cuando por primera vez se cruzan, y la esterilidad de los híbridos,
productos de estos cruzamientos.
Las especies puras tienen naturalmente sus órganos de reproducción en estado
perfecto, y sin embargo, cuando se cruzan, producen poca o ninguna descendencia.
Los híbridos, por otra parte, tienen sus órganos reproductivos funcionalmente
impotentes, como puede claramente verse en el estado del elemento macho, tanto
en las plantas como en los animales, aunque sean perfectos en estructura los
órganos formadores, en cuanto el microscopio los revela. En el primer caso son
perfectos los dos elementos sexuales que entran a formar el embrión; en el
segundo, o no están del todo desarrollados o lo están imperfectamente.
Es importante esta distinción al tener que considerar la causa de la esterilidad
común en los dos casos, y probablemente ha sido pasada ligeramente por alto,
porque en ambos se ha creído que la esterilidad era un don especial, fuera del
alcance de nuestra razón.
La fertilidad de las variedades, es decir, de las formas que se sabe o que se
cree que descienden de padres comunes, cuando se cruzan, y de igual modo la
fertilidad de su descendencia mestiza, son, en lo que a nuestra teoría se
refiere, de igual importancia que la esterilidad de las especies, porque al
parecer establece ancha y clara distinción entre las variedades y las especies.
En cuanto a la esterilidad de los híbridos en generaciones sucesivas, aunque
Gaertner pudo criar algunos híbridos guardándolos cuidadosamente para que no se
cruzaran con ninguno de raza pura, durante seis o siete generaciones, y durante
diez en un caso, afirma positivamente que su fertilidad no crece nunca, sino que
generalmente disminuye mucho y de repente. Con respecto a esta disminución, lo
primero que hay que notar es que cuando es común a ambos padres cualquier
desviación en la estructura o constitución, se transmite esta con frecuencia en
grado creciente a la descendencia, y en las plantas híbridas ambos elementos
sexuales están ya un tanto afectados. Pero creemos que su fertilidad ha
disminuido en casi todos estos casos por causa independiente, a saber: por
cruzamientos demasiado próximos. Hemos hecho tantos experimentos y reunido
tantos hechos que prueban por una parte que en ocasiones el cruzamiento con un
individuo o variedad distintos aumentan el vigor y fertilidad de la
descendencia, y por otra parte que el cruzamiento muy próximo disminuye su vigor
y fertilidad, que no nos cabe duda de la exactitud de esta conclusión. Los
híbridos rara vez son criados en gran número por los experimentadores; y como
las especies madres u otras híbridas inmediatas crecen generalmente en el mismo
jardín, debe evitarse cuidadosamente, durante la estación florida, el acceso de
los insectos. Por esto los híbridos, cuando se abandonan a sí mismos, son
generalmente fecundos en cada generación por polen de la misma flor, y esto
probablemente sería nocivo a su fecundidad, ya aminorada por su origen híbrido,
por lo cual nos confirma una proposición hecha repetidas veces por Gaertner, a
saber: que aun los híbridos menos fértiles, si son fecundados artificialmente
por polen híbrido de la misma clase, se hacen decididamente más fecundos y
continúan aumentando en fecundidad a pesar de los frecuentes y malos efectos de
la manipulación. Ahora bien; en el procedimiento de la fecundidad artificial
sabemos por experiencia propia que, tan pronto como se toma por casualidad polen
de las anteras de otra flor, como de las de la misma flor que hay que
fertilizar, se realiza muchas veces el cruzamiento entre dos flores de la misma
planta. Además, cuando se hacen experimentos complicados, un observador tan
cuidadoso como Gaertner debió haber castrado sus híbridos, y esto le hubiera
dado seguridad, en cada generación, de que no se realizaba el cruzamiento con
polen de una flor distinta, ya fuera de la misma planta, o de otra de la misma
naturaleza híbrida. De este modo, a nuestro juicio, puede explicarse el hecho
extraño de que aumente la fertilidad en las generaciones sucesivas de los
híbridos artificialmente fecundados, en contraste con los que lo son
espontáneamente, por haberse evitado el cruzamiento consanguíneo.
Con respecto a la esterilidad de los híbridos cuyos elementos sexuales están
imperfectamente desarrollados, el caso es un tanto diferente. Más de una vez nos
hemos referido a una gran serie de hechos que demuestran que cuando se saca a
los animales y a las plantas de sus condiciones naturales son en extremo
susceptibles de serias afecciones en sus sistemas reproductivos. Lo cual, en
verdad, es un gran obstáculo para la domesticidad de los animales, porque entre
la esterilidad así provocada y la de los híbridos hay tantos puntos de semejanza
que, en ambos casos, la esterilidad es independiente de la salubridad general, y
va a menudo acompañada de exceso de tamaño o de gran exuberancia. En ambos casos
ocurre la esterilidad en varios grados; en ambos, el elemento macho es el más
susceptible de ser afectado, aunque algunas veces la hembra lo es más que el
macho. En ambos, la tendencia acompaña hasta cierto punto la afinidad
sistemática, porque grupos enteros de animales y plantas se hacen impotentes por
las mismas condiciones no naturales, mientras que grupos enteros de especies
tienden a producir híbridos estériles.
Algunos autores han dado mucha importancia a la suposición de que solamente en
los mestizos los descendientes no son intermedios en carácter, sino que se
parecen mucho a uno de los padres; pero esto también ocurre algunas veces con
los híbridos, aun cuando concedemos que con mucha menos frecuencia.
Examinando los casos reunidos por nosotros, de animales cruzados que se parecen
mucho a uno de los padres, las semejanzas están, al parecer, limitadas
principalmente a caracteres casi monstruosos en su naturaleza, y que han
aparecido de repente, como el albinismo, melanismo, falta de rabo o de cuernos o
mayor número de dedos en manos o pies, y no a aquellos caracteres que han sido
lentamente adquiridos por medio de la selección.
La tendencia al retroceso repentino hacia el carácter perfecto de uno de los dos
padres sería también mucho más probable que ocurriera en los mestizos
descendientes de variedades súbitamente producidas y semimonstruosas en
carácter, que en los híbridos que descienden de especies lenta y naturalmente
producidas. En suma, convenimos totalmente con el doctor Prósper Lucas, el cual,
después de haber clasificado una enorme selección de hechos con respecto a los
animales, llegó a la conclusión de que las leyes del parecido de la prole con
sus padres son las mismas, aunque éstos se diferencien mucho o poco entre sí;
más claro, que son las mismas, siendo los padres individuos de la misma variedad
o de diferentes variedades o de especies distintas.
Independientemente de la cuestión de esterilidad y fecundidad, parece haber en
todos los demás conceptos semejanza general e inmediata en la descendencia de
las especies y de las variedades cruzadas. Si miramos a las especies como
creaciones especiales y a las variedades como productos de leyes secundarias,
esta semejanza sería hecho asombroso, pero que armonizaría perfectamente con la
opinión de que no hay distinción esencial entre especies y variedades.
Los primeros cruzamientos entre formas lo suficientemente distintas como para
ser clasificadas como especies y sus híbridos son generalmente estériles, pero
no siempre. La esterilidad pasa por tantos grados y es a menudo tan pequeña, que
los experimentadores más cuidadosos han llegado a conclusiones diametralmente
opuestas al clasificar las formas según esta prueba. La esterilidad es
innatamente variable en individuos de la misma especie, así como eminentemente
susceptible a la acción de condiciones favorables y desfavorables.
El grado de esterilidad no es consecuencia rigurosa de la afinidad sistemática y
está determinado por algunas leyes curiosas y complejas, siendo en general
diferente, en los cruzamientos recíprocos entre dos mismas especies, y no
teniendo siempre igual grado de intensidad en el primer cruzamiento y en los
híbridos que de este derivan.
De la misma manera en que al injertar árboles depende la aptitud de una especie
o variedad para prender en otra que presente diferencias desconocidas en sus
sistemas vegetativos, que generalmente son de naturaleza desconocida, es también
mayor o menor la facilidad en los cruzamientos el que una especie se una a otra
por efectos de diferencias desconocidas en sus sistemas reproductivos. No hay
más razones para creer que las especies han sido dotadas especialmente con
varios grados de esterilidad para impedir que se crucen y mezclen en la
naturaleza, que las que hay para pensar que los árboles han sido dotados
especialmente de varios grados un tanto análogos de dificultad para el injerto,
dirigidos a impedir que se injerten por sí solos en nuestros bosques.
La esterilidad de los primeros cruzamientos y de su progenie híbrida no ha sido
adquirida por medio de la selección natural. En el caso de los primeros
cruzamientos, parece depender de varias circunstancias, y algunas veces, en la
mayor parte, de la temprana muerte del embrión. Tratándose de híbridos, depende
aparentemente de que toda su organización ha sido perturbada por ser compuesto
de dos formas distintas, estando su esterilidad íntimamente enlazada con la que
tan frecuentemente afecta a las especies puras expuestas a condiciones nuevas y
no naturales de vida.
Quienquiera que explique estos últimos casos podrá explicar la esterilidad de
los híbridos.
Esta opinión tiene firme apoyo en cierto paralelismo de otra clase, a saber:
primero, en que los cambios pequeños en las condiciones de vida aumentan el
vigor y fertilidad de todos los seres orgánicos; y segundo, en que el
cruzamiento de formas que han estado expuestas a condiciones de vida ligeramente
diferentes o que han variado, favorece el tamaño, vigor y fecundidad de su
descendencia. Los hechos acerca de la esterilidad de las uniones ilegítimas de
las plantas dimórficas y trimórficas y de su ilegítima progenie hacen probable
que exista algún lazo desconocido que conexione en todos los casos el grado de
fertilidad de las primeras uniones con el de sus descendientes. La consideración
de estos hechos sobre el dimorfismo y también la consideración de los resultados
de los cruzamientos recíprocos, claramente llevan a la conclusión de que la
causa primaria de la esterilidad de las especies cruzadas está reducida a
diferencias en sus elementos sexuales, pero no sabemos por qué, en el caso de
especies distintas, habrán sido aquellos más o menos modificados, conduciendo a
su inferioridad mutua, aunque parece que esto está en estrecha relación con
haber estado expuesta la especie, durante varios períodos de tiempo, a
condiciones de vida próximamente uniformes.
No es sorprendente que la dificultad al cruzar dos especies cualesquiera y la
esterilidad de su descendencia híbrida se correspondan en la mayor parte de los
casos, aunque sea debido a causas distintas, porque ambas dependen de la
cantidad de diferencia existente entre las especies que se cruzan. Tampoco es
sorprendente que la facilidad de efectuar un primer cruzamiento, la fertilidad
de los híbridos por él producidos y la aptitud de ser injertados juntos (aunque
esta última aptitud depende evidentemente de circunstancias en extremo
diferentes) corran todas hasta cierto punto parejas con la afinidad sistemática
de las formas sujetas al experimento, porque la afinidad sistemática incluye
parecidos de todas clases.
Los primeros cruzamientos entre formas que son variedades reconocidas, o
bastante análogas para ser consideradas como variedades, así como sus
descendientes mestizos, son fértiles casi siempre, pero no invariablemente, como
tan a menudo se ha pretendido.
Tampoco es sorprendente esta casi universal y perfecta fecundidad si se recuerda
cuán expuestos estamos a argumentar en círculo vicioso con respecto a las
variedades en estado de naturaleza, y si no olvidamos que el mayor número de
variedades ha sido producido en la domesticidad por la selección de diferencias
meramente externas, y que no han estado aquellas mucho tiempo expuestas a
condiciones de vida uniformes. También debe recordarse especialmente que la
domesticidad prolongada por mucho tiempo tiende a eliminar la esterilidad, y que
es por lo tanto muy poco probable que provoque esta misma cualidad.
Independientemente de la cuestión de fecundidad, en todos los demás conceptos
hay un parecido generalmente grande entre los híbridos y los mestizos, en cuanto
atañe a su variabilidad, en poder absorberse mutuamente por cruzamientos
repetidos y en heredar caracteres de ambas formas madre. Finalmente, aunque
seamos tan ignorantes respecto a la causa precisa de la esterilidad en los
primeros cruzamientos y en los híbridos, como lo somos en cuanto a por qué los
animales y las plantas sacados de sus condiciones naturales se hacen estériles,
los hechos presentados no nos parecen opuestos a la creencia de que las especies
existiesen primeramente como variedades. |